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domingo, 10 de abril de 2016

La poesía en el postconflicto

Por Antonio Acevedo Linares 
La poesía en el postconflicto debe tener el valor ético y estético de contribuir a hacer memoria de lo que ha sido la guerra en Colombia. Las víctimas y sus verdugos tienen que hacer parte también de la historia nacional de la infamia. La poesía de la paz y condena de la guerra es una transposición poética de la realidad de la que ningún hombre o mujer que escribe debe deslindarse. El poeta es el defensor de la palabra libertaria. El poeta en su torre de marfil es casi un crimen de lesa humanidad en estos tiempos también de los asesinos. La poesía también puede acompañar al cese al fuego de la guerra. Nada hay más pacífico aunque no inocente que escribir un poema. La poesía también ha tenido una jauría de enemigos que la persiguen o la censuran y también ha hecho parte del conflicto desde los tiempos de las guerras civiles que han asolado al país y el asesinato de sus máximos dirigentes imprescindibles que lucharon no un día ni una semana sino toda una vida, como diría B Brecht, por la nación. Revivir nuestros muertos a través del poder mágico de la poesía, hacer que vuelvan a existir en la palabra viva, es hacer memoria de nuestros muertos invisibles que yacen bajo la tierra firme.
La poesía también está llamada a exhumar los cadáveres gloriosos de nuestra historia martirizada. El olvido de nuestros muertos hay que llenarlo de memoria. La literatura debe narrar o poetizar para que no haya olvido y conciliemos con el perdón, el dolor y la tragedia de las víctimas.  La poesía visibiliza el espíritu de una época, y deja una huella indeleble en la memoria histórica del país. Su legado como testimonio o denuncia del tiempo de infamia que nos ha correspondido vivir, la hace una poesía comprometida con el destino y con el  propio destino del hombre o la mujer que la escriben. Un poema de amor es tan político como un poema político sobre la guerra. La voz de las víctimas y los vencidos encuentran en la poesía la catarsis a su dolor y olvido. Escribir es una cuestión de principios, es un compromiso con la palabra, con la justicia y con la belleza. La palabra como una forma de restaurar la memoria. La justicia como una forma de reivindicar a las víctimas. La belleza como una búsqueda para hacer más efectiva la palabra poética. Escribir es un ejercicio de la imaginación y un ejercicio de recuperación y perpetuación de la memoria. Para ser poeta hay que amar las palabras, con la que se hace la memoria de un pueblo. La poesía, el amor y la muerte, los temas permanentes de la poesía de todos los tiempos, tienen en nuestro tiempo, la visión del poeta comprometido con la realidad de su tiempo, la poesía y la vida, y la misión de hacer de la poesía, un espejo de la memoria.

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