Por: Pbro. Jaime Barba Rincón
Jaime
Prieto Amaya
“Profeta de
los Pobres”
Perfil Biográfico
“Mi Meta se ha cumplido, Dios quiere para mí algo más hermoso”
La Aurora de la Niñez y la Juventud
Monseñor Jaime Prieto Amaya en Barrancabermeja |
Jaime Prieto Amaya nació el 27 de marzo de 1941 en
Bogotá, sus padres fueron, Rogelio Prieto Esguerra, empleado administrativo de
la Empresa de Teléfonos de Bogotá, y además fue comerciante en maderas y caolín, los abuelos paternos fueron Luis María Prieto y Adelaida Esguerra, maternos
Aurora Bertica Amaya Y Otero, bogotana pero con ancestros
santandereanos, pues era hija de Juan Nepomuceno Amaya Sierra (Magistrado de la
Corte Suprema de Justicia) y Dolores
y Otero de Amaya, Jaime era el segundo entre seis
hermanos , fue bautizado en la Iglesia de Santa Teresita de Bogotá el 31
de Julio del mismo año en que nació, fueron sus padrinos Rafael Ramírez y
Florentina Otero. Los primeros años de su niñez transcurrieron en una Casa-Finca en Mosquera (Cundinamarca.
Desde los cinco años
mostró su inclinación por lo
religioso, inició sus estudios
de preescolar en el Colegio de San José de las Hermanas
Franciscanas de María Inmaculada, y
luego se trasladó a un colegio cerca de la casa de sus padres, donde
terminó la primaria , en la niñez mostró
dotes de liderazgo, vivían sus padres en
el Barrio Ricaurte de la capital, y allí participaba en el Circulo de los Benjamines , un grupo de
niños, apoyado por los Padres
Lazaristas o Vicentinos que tenían su
Seminario o casa de Formación en
el barrio mencionado, en la zona central
de Bogotá, junto con el Templo Nuestra Señora de las Mercedes, vecino de su
casa paterna.
Los niños y jóvenes del
barrio, además de participar en la catequesis se dedicaban a jugar futbol y trompo en Palo Quemao, participaban en el Centro
Literario, veían películas que comentaban entre ellos, y también se desempeñaban como acólitos en el
mencionado templo.
El tío abuelo de la mamá, Doctor Pedro María Sierra,
sacerdote, acogió desde muy niña a la
abuela de Jaime Prieto, que había
quedado huérfana, y al igual que la mamá
se criaron junto a este benemérito presbítero, que construyó la Iglesia y la
Casa Cural de Funza ; este ambiente religioso que luego se proyectó en la casa de sus padres, despertó en
él la vocación sacerdotal, desde
la más temprana edad le ponían sobre sus
hombros una esclavina o capa corta,
siguiendo el modelo que en ese tiempo usaban los sacerdotes. Hizo su
Primera Comunión a los 8 años junto con sus hermanos Ernesto e Inés.
El asesinato de Jorge Eliecer Gaitán, el 9 de abril de
1948 le causó un gran impacto, contaba
con siete años, cuando estaba en el Colegio de las Hermanas
Franciscanas, la Madre Lucinda les dijo
“Váyanse mijitos, pero solamente para su casa,” “No se queden Jugando por la
calle”, porque ella sabía que se quedaban entrenando futbol con latas y
bolas y aun cuando salían a las cuatro de la tarde, solamente llegaban
a la casa a las seis, no obstante que el colegio estaba situado muy cerca de la
residencia .
Ese día los enviaron temprano para la casa, sin
darles explicación, pero les recomendaron no hablar con nadie, él acostumbraba
salir acompañado de un gran amigo y cuando salían del colegio, vieron grandes
llamaradas por todas partes y a unos
señores con ruana, armados con machete, que iban corriendo, con gran
susto llegaron cada uno a sus casas, se
encerró con su hermana Inés que
estudiaba en el Colegio de la Presentación, que ya había llegado a la casa.
Por las ventanas veían pasar
muchísima gente y resolvieron encender el radio, y escucharon que habían
asesinado a Gaitán, que se había formado la revolución, oían mencionar a los
Chulavitas, pero sin entender de qué se trataba.Aquel día los dos hermanos miraron desde el jardín
trasero de la casa hacia el Templo de Nuestra Señora de las Mercedes y
vieron a varios hombres que desde la torre de la Iglesia
disparaban, subieron al segundo piso de la casa y de allí observaron como
la Policía tomaba presos a los
sacerdotes de la Casa de Formación de los Lazaristas que eran como 20,
incluyendo a seminaristas, a quienes les amarraron las manos.
Uno de los presbíteros llevaba la Custodia con el Santísimo en
camino presumiblemente hacía la cárcel,
esto estremeció a aquel niño en su interior y lo hizo pensar en algo especial, que estos Padres podían
morir porque eran testigos de alguna cosa.
Entró al Seminario Menor
Conciliar de Bogotá, porque le gustaba el campo , en alguna oportunidad fue con
sus padres a ese seminario que contaba con canchas empradizadas, que
contrastaban con los pedregales de Palo Quemao donde jugaban, y tenía porterías como las de los estadios, además de canchas de basquetbol
y tenis, eso le llamó la atención y dijo
“Aquí tengo que estudiar” su padre
aceptó que entrara al Seminario a estudiar bachillerato, a pesar que su deseo
era que estudiara en el Colegio Nacional Camilo Torres o en el Virrey Solís. Junto con su padre eran hinchas
de Millonarios, iban al Campin a ver los partidos y admirar las grandes figuras del futbol de la época, Pedernera, Baez y Diestefano. En
el Seminario Menor se graduó de Bachiller, e inmediatamente
pasó al Seminario Mayor San José de Bogotá, allí realizó sus estudios de Filosofía y Teología.
Acostumbraba a decir que su papá
era Liberal de grado 33, por aquello, de la identificación que se hacía
de los liberales con la Masonería, en
alguna ocasión recordó que
cuando fue a entrar al Seminario Mayor su papá le dijo, “si te preguntan de que partido político es tu familia, no
vayas a decir que es liberal, diles que tú no sabes”, y lo afirmaba, porque por razones históricas
ya superadas hoy día, los hijos de los liberales no eran bien recibidos en los
seminarios. El Padre Rector del
Seminario en la entrevista le hizo la
pregunta “¿Bueno y tu papá qué es? ¿Ala
liberal? Y él contestó “No, como se le ocurre mi papá es conservador”, y
además le preguntaron Usted porque quiere entrar al seminario y respondió
“Porque quiero salvar almas”, tratando de
convencer al que decidía si lo recibían o no en el seminario.
En el Seminario Mayor
descolló como buen estudiante, y especialmente se destacó por su preocupación por lo social, por el estudio del cooperativismo y la
Doctrina Social de la Iglesia, que fueron modelando su pensamiento orientándolo
hacia lo social y además mostró dotes
como organizador, montó un gallinero para la cría de gallinas
ponedoras y pollos para consumo del
Seminario, por lo anterior le fue asignado
un pequeño apartamento por los padres Sulpicianos Alfredo Moriny y Pepan que dirigían el Seminario; cuentan sus
familiares que el joven seminarista le
hablaba a las gallinas, pidiéndoles que pusieran muchos huevos, y a eso
atribuían sus compañeros de Seminario el que recogían bastantes.
El dinero que su padre le
dejaba al visitarlo lo ahorraba para
comprar libros y era el único seminarista con
dos estantes para libros, pues era aficionado a la lectura sobre todo
literatura de autores franceses, leía mucho sobre San Vicente de Paúl, fundador
de la Comunidad de los Padres Lazaristas o Vicentinos, famoso por su compromiso
con los pobres, por eso visitaba la Librería de El Seminario detrás de la
Catedral de Bogotá , la Librería Central, la Librería Francesa, en esta última adquiría libros de una colección
llamada Libre De Post, curiosamente cuando estudió en Francia descubrió que esos libros de bolsillo
los acostumbraban a leer los estudiantes
dentro del Metro mientras viajaban.
En su vida como seminarista
se encontró con grandes confrontaciones, por un lado Camilo Torres Restrepo,
capellán y profesor de la Universidad Nacional, sociólogo formado en la
Universidad de Lovaina, que tenía
grandes vínculos con el Seminario y con
Alfonso López Trujillo que años más
tarde fuera Obispo y Cardenal, que
inicialmente se mostraba inclinado hacia lo social, pero que años después
cambió radicalmente su pensamiento.
En los años sesenta además
de la admiración que la revolución
cubana suscitaba entre los jóvenes,
aparecería la guerrilla del ELN en
Santander, y los movimientos de
liberación de América Latina, todo ello fue generando en la mente y el corazón
del joven seminarista una simpatía hacia lo social, hacia el estudio de la
pobreza y la riqueza, eso lo emocionaba como lo manifestó en una ocasión. Para
él la dimensión social del Evangelio era fundamental.
Fue ordenado sacerdote el 14
de agosto de 1965 para la Diócesis de Facatativá (Cundinamarca), por Monseñor Raúl Zambrano Camader, con licencia
debido a que no tenía los 25 años que exige la norma canónica, celebró su
primera misa el 15 de Agosto en la
Capilla San Antonio de la Urbanización El Diamante de Funza, cuyo
altar mayor en piedra había sido donado por su padre.
Inmediatamente después de su
ordenación fue enviado a estudiar a Roma,
allí permaneció hasta obtener
el Diplomado en Sociología
Pastoral del Centro Internacional de
Sociología de Roma (CISIC) ,y luego se trasladó a Paris donde logró el título de Licenciado en Ciencias Sociales del Instituto Católico de París, con Especialización en Sociología Religiosa, del
mismo Instituto, y además tomó cursos en la Escuela Práctica de Altos Estudios de París.
Un gran acontecimiento
que influyó en la vida del joven
presbítero, fue el Concilio Vaticano II, que se clausuró meses después de su ordenación, cuando se
encontraba estudiando en Roma, el Concilio
fue para muchos sacerdotes
mayores y jóvenes, un choque
entre la modernidad y la posmodernidad, una ruptura, que algunos no aceptaron y
se anclaron en el pasado, otros la
aceptaron con dificultad, la Iglesia
tuvo que actualizar su presencia en el mundo.
El Concilio significó dejar
atrás algunos postulados de la filosofía
tomista y de la teología tradicional que contenía aspectos de la mentalidad
medieval, ello implicó para él
una renovación total ,pues
significaba un cambio en la vida de la Iglesia, más actualizada, más
existencial, un cambio de
categorías, que implicó una
deconstrucción, un cambio radical en su mentalidad, jocosamente dijo un
día, “tras el Concilio, quedamos ignorantes, y nos tocó aprender de nuevo
filosofía y teología”.
Durante el tiempo de permanencia en Paris, tuvo la oportunidad
de conocer de cerca la revolución de
estudiantes y obreros en mayo de 1968,
uno de cuyos lemas era "Cambiar la vida, transformar al mundo"
millones de personas expresaban su deseo de cambiar la vida, de romper los
condicionantes de una vida, que encontraban enajenada, a la mera supervivencia, sin sentido y con cierta manipulación ideológica, como el mismo lo
decía.
Por eso en una ocasión dijo:
“La vida en París era de un
movimiento intelectual enorme, formábamos grupos, estudiábamos los problemas de
América Latina .Fue una vida agradable en donde como sacerdote vivía mi
juventud plenamente con una amplitud enorme de la universidad, diría yo de la
promiscuidad, gracias a Dios, había podido perderme como ocurrió con muchos de mis compañeros, enamorarme, e
incluso hubo unos que tuvieron tendencias de izquierda marxista y se fueron a
la guerrilla. Pero sin embargo el Señor me mantuvo como Sacerdote a pesar de
estar en ese pluralismo cultural. Allí fue donde pude conformar mi mentalidad,
mis cimientos ideológicos”
En el pensamiento de Jaime Prieto debió influir Monseñor
Raúl Zambrano Camader su obispo en la Diócesis de Facatativá, que era
una persona con una notable preparación, pues había cursado estudios de
economía, sociología y con
especialización en asuntos agrícolas, se distinguió por la defensa de los
pobres y especialmente de los campesinos, por eso fueron denominados obispos
rojos, junto con Monseñor Gerardo Valencia Cano, posiblemente porque sus
planteamientos eran acogidos por los campesinos y los más pobres.
Monseñor Zambrano Camader
quería que Jaime Prieto Amaya, continuará estudiando y le había
gestionado dos becas, para que escogiera en Canadá o Estados Unidos, proyecto
que se frustró por la muerte en un accidente de aviación del Obispo Zambrano.
A su regreso a Colombia se encontró que documentos
como el de los Obispos del CELAM de
Medellín en 1968, llamaban la atención a
la iglesia, para un mayor compromiso con la realidad, la cruda realidad como
solía decir, fue la época del agitar de
las ideas de la Teología de la Liberación, después de la muerte Camilo Torres
en 1966.
Reintegrado a su Diócesis de
Facatativá, después de sus estudios, trabajó
en el Instituto de Ciencias Agrícolas y el Centro Interamericano de
Reforma Agraria, con un equipo interdisciplinario dirigido por el famoso
Sociólogo brasilero Joa Bosco Pinto, los
funcionarios de Desarrollo Social del INCORA (Instituto Colombiano de la
Reforma Agraria) habían adoptado la metodología de Paulo Freire, especialmente
los postulados de su libro “La Educación como Práctica de la Libertad” para la
alfabetización de los campesinos, Bosco
Pinto, discípulo de Freire fue el
mentor, maestro y asesor de estos funcionarios.
Uno de los postulados clave
de estos procesos de enseñanza/aprendizaje, que se constituyó en el núcleo
conceptual de la educación popular, era que el aprendizaje de leer y escribir
se hace leyendo la realidad para su transformación social y política, esto es,
para reescribirla en el contexto de la propia cultura e historia.
La tarea del equipo liderado
por Bosco Pinto era realizar el Estudio
de Integración, que se no concluyó,
porque las directivas del INCORA afirmaron que ellos estaban revolucionando a
los campesinos, porque les decían a los campesinos que la tierra era del que la trabaja, de lo que ellos no tenían conciencia, y por eso les terminaron
el contrato. Esa era la tendencia entre los intelectuales y universitarios de
la época.
En los años 80 y comienzo de
los 90 contribuyó con sus aportes a la construcción y consolidación de la
Pastoral Obrera en la Sabana del
occidente de Bogotá, con el apoyo de las Hermanas Juanistas brindando respaldo
a la lucha de los obreros y las obreras del sector agroindustrial de las
flores ; junto a los sacerdotes franceses Bernardo Adam y Michel Jane lideraron
un importante proceso de organización, movilización y lucha de los trabajadores
contra las políticas de trabajo precario
de algunos de los empresarios
de la región.
Fue Capellán del Sena,
vicario parroquial, auditor y notario de la Curia Diocesana, Director Diocesano
de Pastoral Social de Facatativá, Director
de las Granjas Infantiles del Padre Luna, Párroco en Funza y en Tenjo, Vicario Diocesano de
Pastoral, Vicario General de la Diócesis de Facatativá, Secretario del
Departamento de Pastoral Social de la
Conferencia Episcopal y del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM).
Durante el ejercicio de su
ministerio sacerdotal siempre estuvo muy preocupado por lo social, por defender
los derechos de las personas y tuvo que intervenir ante bandoleros como “Sangre
Negra”, con guerrilleros, como un tal “manco Gutiérrez”, buscando la liberación
de personas, decía que en esa época no
se podía hablar de Derecho Internacional
Humanitario, porque lo tomaban como subversivo y los podían llegar a
matar, ese perfil se vio reflejado cuando llegó a ser Obispo, porque siempre
creyó en la necesidad de una sociedad nueva, esa ilusión la llevaba en lo más
profundo de su corazón.
Inicio
del Episcopado
El 11 de noviembre de 1993,
estando como Párroco de la Catedral de
Facatativá, el Papa Juan Pablo II lo nombró Obispo de Barrancabermeja, un día
charlando dijo, “cuando me ofrecieron que fuera obispo, no quise decir
inmediatamente que sí aceptaba, manifesté que
en ocho días les avisaría, porque ala , uno no pude dejar la impresión
que se está muriendo de ganas de serlo” su escogencia fue un verdadero acierto, por sus
características personales y la problemática de la Diócesis a la que fue destinado; recibió su ordenación
episcopal el 11 de diciembre de 1993 en la Catedral de Facatativá y se
posesionó como Obispo de Barrancabermeja el 15 de Diciembre del mismo año.
El Aeropuerto Yariguies de Barrancabermeja se
desbordó de alegría con la llegada de Monseñor Jaime Prieto, el día 14 de diciembre,
autoridades civiles, religiosas y militares, le daban la bienvenida al nuevo
pastor de la grey barranqueña, y con un desfile de colegios, que se
concentraron en un acto público en el Parque Infantil, se manifestaba el
regocijo de las gentes.
Posteriormente fue agasajado
con una cena en el Hotel Pipatón, ofrecida por la Alcaldía Municipal. Su
posesión se realizó el día siguiente, en la Catedral La Inmaculada, con la
presencia de su familia, del Nuncio Apostólico, numerosos obispos,
sacerdotes y delegaciones de diferentes
parroquias de la Diócesis y gremios socioeconómicos.
Cuando Jaime Prieto Amaya fue ordenado Obispo y se
posesionó como pastor de la Diócesis de
Barrancabermeja, en diciembre de 1993,
en su escudo episcopal colocó el
lema “Justicia y Paz”, como símbolo de lo que sería su ministerio, reflejaba el compromiso de la Evangelización
desde la realidad social y la coherencia con lo que desde su presbiterado había
proclamado y lo que esperaba que sus sacerdotes realizaran
en su ministerio presbiteral, la opción por los pobres, la lucha por la
transformación de la realidad, para que el Reino de Dios continuara su
construcción en medio de la difícil
situación de las tierras del Magdalena Medio.
Desde el inicio
de su episcopado Monseñor Jaime Prieto reflejó que su vida pastoral como presbítero, y en
los diferentes cargos que ocupó en la
Diócesis de Facatativá, como en la capellanía
del SENA, había girado primordialmente en torno a la evangelización integral,
en la línea de la promoción humana y social, orientada a la solidaridad con los más pobres.
Su experiencia con el
Servicio de Pastoral Social (SEPAS) del CELAM,
contribuyó a darle una visión
clara y amplia de la realidad socio-política de América Latina y de Colombia,
pero el encuentro con la realidad del Magdalena Medio, convulsionada por la
pobreza y la violencia y con la dinámica de sectores de la sociedad civil y de
la Iglesia Diocesana, lo llevaron a
validar en la práctica el lema episcopal
que premonitoriamente había escogido.
A su llegada encontró una
región sitiada por la confrontación
entre las fuerzas del estado, grupos guerrilleros como el Ejército de
Liberación Nacional (ELN), Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC),
los paramilitares que hacían una presencia incipiente en la ciudad, pero con
mayor presencia en lo rural.
En la década de los noventa
se vivió en el Magdalena Medio una de
las épocas de mayor violación de los derechos humanos, derivada de las luchas
entre guerrilla y paramilitares, con consecuencias graves en la población ajena
al conflicto, esta situación impulsó a
que Jaime Prieto Amaya manifestara su
pensamiento en defensa de los derechos humanos e iniciara procesos de
reivindicación de la población, que se debatía inerme entre dos fuegos. Eran los tiempos más difíciles del Magdalena Medio,
cuando las grandes masacres y los desplazamientos llevaron a que muchas
personas inclinaran la cabeza, se
silenciaran las voces por el miedo.
Fue la época en que algunos dirigentes gremiales, comerciantes,
terratenientes ganaderos y agricultores, regionales y nacionales, tomando como
justificación el accionar de la guerrilla, decidieron contribuir a la
financiación de las denominadas
Autodefensas de Colombia, pretendiendo “refundar la patria”, sobre estos personajes no se ha investigado lo
suficiente, para que la justicia del estado aplique las condenas del caso.
La voz de Monseñor sonó con
valentía para defender la vida, para pedir que
a hombres y mujeres se les respetara la vida y se garantizara la
posibilidad de vivir con dignidad en el
territorio del magdalena medio.
Desde el comienzo de su
ministerio episcopal, Monseñor Jaime quiso que
los agentes de Pastoral de la Diócesis de Barrancabermeja, asumieran un
compromiso frente a la realidad social y poco a poco fue encausando la fuerza
de ese compromiso en la evangelización de lo político, sin desconocer que la
promoción humana y social era primordial y seguía siendo necesaria para crear
una base social capaz de generar organización, movimiento social e incidencia
social y política, para transformar la mentalidad de muchos jóvenes que solo
veían la guerrilla o el paramilitarismo como opción de vida.
Luego de un análisis crítico y
de una profunda reflexión teológico-pastoral sobre la identidad de la
Diócesis, y a partir de la constatación de que en esa porción del Pueblo de Dios se hace
presente la Iglesia Universal, apoyado
en la experiencia del proyecto Nueva Imagen de Parroquia, que en 1978 había
impulsado el entonces párroco de la Catedral Nel Beltrán Santamaría , se adoptó
como Plan Pastoral de la Diócesis el Proceso Diocesano de Renovación y
Evangelización (PDR/E), que buscaba involucrar en el proceso de
evangelización todas las realidades existentes
en el nivel diocesano, personas, grupos, organismos, estructuras.
El Proceso de Renovación
Diocesana y Evangelización (PDR/E) se concibió profundamente evangelizador:
convocar a todos a vivir la fraternidad, por medio de la proclamación de la
Palabra y la celebración de los sacramentos, como expresión de un compromiso de
vida personal y comunitaria para transformar el mundo con la fuerza y la luz del Evangelio,
por eso tenía como eje central del
proceso una auténtica Espiritualidad de
Comunión.
El PDR/E propició un proceso
permanente de conversión en todos los agentes de pastoral y miembros del clero, y un florecimiento de
la pastoral, especialmente con la vinculación de los laicos, que se vio
reflejado en la participación más activa en la liturgia y en general en la vida
de la Iglesia.
El 17 de Octubre de 1995 se
constituyó el Consorcio CINEP-SEAP (Centro de Investigación y Educación Popular
- Sociedad Económica de Amigos del País) que realizó el diagnóstico regional
del Magdalena Medio con la ayuda de la Diócesis de Barrancabermeja y propuso la
creación del “Programa Desarrollo y Paz del Magdalena Medio” como instrumento
capaz de insertarse en la vida del territorio y generar dinámicas favorables al
desarrollo y la paz.
Dando plena confianza al
equipo promotor, se hizo posible el
Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio, acompañado del P. Francisco
de Roux S.J., quien lideró este programa cerca de trece años, siendo el Obispo
Prieto Amaya Presidente de la Junta Directiva de la Corporación que lidera el
programa, que se convirtió en modelo del
desarrollo regional humano y sostenible para el país.
Convencido de que todos los
derechos humanos (la dignidad, la vida, la libertad, la verdad, la
participación, la equidad, la igualdad de géneros, el salario justo, la
educación, el derecho a la tierra y el cuidado del medio ambiente) son
interdependientes e inviolables, el Obispo
se constituyó en la fuerza espiritual y moral y en el orientador del
Programa desde la Doctrina Social de la
Iglesia.
Sombras y las Luces en la Región
La ciudad de Barrancabermeja
no ha olvidado la noche trágica del 16 de mayo de 1998, cuando ocurrió la
masacre por parte de los llamados paramilitares; una hilera de fotos con los
rostros de las víctimas, sobre 25 ataúdes de madera vacíos de los cadáveres de jóvenes que nunca volvieron y once cadáveres
bajo el sol ardiente, en un multitudinario sepelio.
El Obispo de la ciudad,
Jaime Prieto Amaya, con ese poder de convocatoria que tenía, logró poner a
Barrancabermeja de pie de lucha, frente a la sede de la Unión Sindical Obrera,
USO, la ciudad adolorida, intimidada, perpleja, pidió justicia, acompañaba a
las familias de las víctimas que buscaban
orientación del obispo Prieto Amaya, el
ejerció el liderazgo esquivado
por políticos de la región y del
nivel nacional, que se quedaron callados ante la masacre, él encabezó la
protesta en un pueblo que necesitaba
recuperar la esperanza, hacer valer la justicia, y unirse en la defensa de la
vida.
Se pudo comprobar que existió colaboración activa y pasiva de autoridades
del ejército y policía que facilitó la comisión de la matanza. Al Comandante de
la Policía comprometido con la masacre,
solo lo sancionaron con un
llamado de atención por parte de la Procuraduría por su omisión, o por su
complicidad en los hechos. La masacre
del 16 de mayo perpetrada por los paramilitares, encabezados por Mario Jaime Mejía alias “el Panadero”, antiguo militante de la
guerrilla de las Farc, llevó a Monseñor
Jaime Prieto a motivar en la Diócesis un compromiso más acentuado con los
Derechos Humanos y la Paz, bajo un atinado principio: trabajar por la paz como
fruto de la justicia social
La ciudad había presenciado
las marchas de los campesinos del sur de Bolívar en Julio de 1998 y el Obispo
Prieto había estado al lado de las
mujeres y de los hombres del campo. Vino luego un desplazamiento grande, de más
de tres mil pobladores de la Cordillera de San Lucas y de la cuenca del Rio Cimitarra, que ocuparon durante tres meses las
instalaciones del SENA, del Instituto Universitario de la Paz y de algunos
colegios tanto oficiales como privados.
Él estuvo presente, todo el
tiempo, en la mesa de conversaciones con el gobierno del Presidente Andrés
Pastrana, buscando una salida, exigiendo respeto y claridad con los pobladores,
pidiendo a todos responsabilidad y transparencia, en conversatorios propuestos
por monseñor Jaime Prieto y que coordinaba Ubencel Duque.
Los años siguientes fueron
especialmente difíciles. La toma paramilitar de la ciudad, poco a poco las autodefensas fueron penetrando las comunas
populares y los asesinatos de 4 y 5 personas diarias no se hicieron esperar, en
lo que ellos llamaban labores de limpieza social.
Mientras iban penetrando, se
realizaba la vigilancia armada ilegal por parte de paramilitares, ante la indiferencia
y la vista gorda de muchas de las
autoridades del ejército, policía y armada nacional a quienes les correspondía
velar por la vida, honra y bienes de los ciudadanos; la Iglesia y sus
organizaciones hicieron una resistencia civil sostenida y valiente, desde las
parroquias y la Pastoral Social, siempre bajo la orientación de Jaime Prieto
Amaya.
En esa época se
presentó según lo afirmaba el Padre
Francisco de Roux, una cierta ambigüedad y convivencia entre el paramilitarismo
y algunos elementos de las Fuerzas
Armadas y de Policía, en la ciudad y en los demás territorios de la Diócesis. El Obispo se
pronunció en público, por la prensa, la televisión y la radio, estos
pronunciamientos salvaron muchas vidas, detuvieron el crimen en la ciudad, al poner
en evidencia pública a los perpetradores y a los cómplices. Él, como buen
pastor, a ejemplo de Jesús, estaba al lado de sus ovejas exponiendo su vida por
ellas.
En muchas ocasiones Jaime
Prieto cruzó el río Magdalena o se aventuró en las montañas de la cordillera de
los Yariguies y de la Serranía del Perijá, para tratar de encontrar a los
actores armados ilegales, y a veces tuvo que verse con ellos cuando hacía las
visitas pastorales, siempre pidiendo respeto a la vida, y en muchas ocasiones
para convocar, con rigurosos análisis a la paz regional, como un paso para la
paz nacional; con lucidez e intrepidez invitó al diálogo y a una salida
política negociada para enfrentar los grandes problemas estructurales que han
dado lugar a la confrontación armada.
Trabajó con ahínco pero de
manera silenciosa buscando la liberación
de secuestrados, con disponibilidad total, escalando montañas y cruzando ríos para encontrar a los captores y exigir
la libertad, jamás para negociar la vida humana, ni para pagar rescates,
siempre para ejercer una acción humanitaria directa y franca, y dar una
orientación moral transparente frente a la perversidad de esas acciones.
Eso le valió la malquerencia
de sectores de extrema derecha que llegaron a catalogarlo como aliado de la
subversión, como ocurrió con otros prelados, como El Obispo de Sincelejo Nel
Beltrán Santamaría y Luis Madrid Merlano, Obispo en ese entonces de Tibú (Norte
de Santander)
Carlos Castaño en el año
2000, se había atrevido a decir (después de
la masacre de 1998), que pronto iría tomar tinto o cerveza en cualquier tienda del nororiente
de Barrancabermeja, porque esperaba que el proyecto paramilitar se hubiera
consolidado en la región. Efectivamente llegó a la ciudad y se alojó en la Suite de un famoso edificio de la ciudad en el sector comercial de Barrancabermeja,
siendo visitado al parecer por un alto oficial de la policía, no permitiéndose
por parte de la fuerza pública que se acercara nadie a ese sitio cuando circuló
la noticia de su presencia en la ciudad y hasta amenazaron a un fotógrafo que pretendió tomar una
foto,
En el año de 2001 , durante la celebración del
Viacrucis del Viernes Santo, en los barrios Nororientales de la ciudad, zona azotada por la violencia guerrillera y
paramilitar , donde ocurrió la masacre de 1998 por parte de los paramilitares,
llegó Monseñor Jaime Prieto con sacerdotes y feligreses, hasta un sitio llamado Pozo Siete con mala fama, porque allí eran arrojados los cadáveres de jóvenes y
personas mayores asesinados por los paramilitares, eran más de cinco mil
personas que marchaban.
En ese lugar de muerte, colocó una cruz gigante como de 12 metros de largo
en la parte vertical y dijo retando al proyecto paramilitar “Vengo con mi gente
y los desafío a que en cinco años, evaluemos con quien se queda la gente, si
con el proyecto de ustedes, de la muerte, del exterminio, y de la exclusión, o si con el proyecto de la
vida, de la esperanza y de la defensa de los derechos humanos que regenta la
Diócesis de Barrancabermeja”. Ese pronunciamiento tan valeroso del prelado se
daba en un escenario de peligro y agresividad por parte de los paramilitares,
algunos de ellos se encontraban
camuflados entre la muchedumbre, era como una respuesta a los
planteamientos de Carlos Castaño.
A partir del año 2002, fruto
de la interacción de Pastoral Social de la Diócesis y el Programa de Desarrollo
y Paz del Magdalena Medio, con diversos sectores de la sociedad civil e
instancias del Estado, Monseñor Jaime Prieto orientó la acción pastoral hacia
una mayor presencia e incidencia en lo
social y en lo político entendido como ejercicio del poder, no como acción partidista.
Surgieron propuestas como
las del proyecto “Barrancabermeja Ciudad Región de Paz” antes mencionado, y el
programa de Comisión Cívica de Convivencia Ciudadana, con el apoyo de la
Pastoral Social, la Corporación Desarrollo y Paz del Magdalena Medio y la Unión Europea, que cofinanciaba estos
proyectos, donde se vincularon profesionales de diferentes ramas y líderes
populares, que atendieron el llamado de la Iglesia.
En los objetivos del proyecto se señalaron:
contribuir a la resolución del conflicto armado, promover el diálogo y la concertación para el
manejo de cualquier conflicto, contribuir a la reconstrucción de la
Ciudad-Región a partir de un nuevo Pacto Social que incidiera en la transformación del conflicto, aporte a la
construcción de lo público desde el diálogo
que permitiera establecer programas y procesos de desarrollo humano sostenible
en la región.
El Proyecto liderado por el
pastor dio resultados, el más
importante: la articulación de las organizaciones de base junto con el Estado
para promover salidas, donde la convivencia y el ejercicio de la paz con
democracia potenciaran el desarrollo. El fortalecimiento de las capacidades
locales para resolver los conflictos, y
la promoción de los derechos humanos.
Un elemento positivo
fue la puesta en marcha de un
Observatorio de Paz Integral (OPI), con organizaciones como CREDHOS, el
Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio, el Instituto Universitario de la Paz, la Corporación Compromiso y la Diócesis para hacer un seguimiento a las
vulneraciones de los derechos humanos que acontecían en la región, proyecto que todavía hoy subsiste, dentro del Programa
de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio.
Una de las dificultades era
la presencia de los actores armados en la región quienes en algunas
oportunidades realizaron bloqueos, como fueron los casos en San Pablo
(Bolívar), cuyos habitantes deseaban participar en las jornadas de
sensibilización hacia la defensa de los Derechos Humanos, pero no los dejaron
salir o
la intimidación frente a la participación en el municipio de Puerto
Wilches. Una de las formas de enfrentar estas situaciones fue realizar un proceso abierto y público donde
se desarrollaba la acción para minimizar los riesgos para los participantes.
Como una continuidad del
Programa Barrancabermeja Ciudad- Región de Paz se creó el proyecto conocido
como “Presupuesto Participativo”, para que las comunidades de los diferentes
municipios tomaran decisiones sobre las inversiones municipales, programa que desde las parroquias se extendió
a muchos municipios dentro y fuera de la Diócesis.
Barrancabermeja se ha
convertido un icono y un referente de este programa, no solo a nivel del país,
sino de otros países de Latinoamérica, que han establecido en la normatividad
local, la obligación de consultar con las comunidades locales en que se va a destinar un porcentaje del presupuesto de Inversión.
En la trayectoria de Monseñor Jaime Prieto, también
se destaca su desempeño como presidente de la Comisión Episcopal de Seguimiento
del Proceso de Paz con el ELN, naciente diálogo que comenzó en 1998 y terminó
sin resultados en 2002.Igualmente fue secretario ejecutivo del Departamento de
Pastoral Social del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), presidió la
Comisión Episcopal de Pastoral Social y Caritativa e hizo parte del Consejo
Episcopal de Paz. Mantuvo una
correspondencia frecuente con Gerardo Bermúdez alias “Francisco
Galán” del ELN, intercambiando ideas y propuestas tendientes a concertar
diálogos de Paz con esa agrupación guerrillera, que desafortunadamente no han
podido concretarse.
La realidad
de desempleo en la ciudad llevó a centenares de familias a vincularse al
cartel de la gasolina para hurtar el combustible del oleoducto y venderlo en
las calles, eso motivó al Obispo a liderar
desde Pastoral Social una propuesta
que liberara a Barrancabermeja del negocio ilícito controlado por el
paramilitarismo y presentó alternativas de proyectos productivos para las
familias pobres que vivían de este perverso negocio signado por el crimen, que
trajo como consecuencia la muerte violenta de jóvenes de humildes familias, que
no encontraban otra alternativa frente a
su precaria condición de vida.
Jaime Prieto Amaya se compenetró
profundamente con las
organizaciones sociales de Barrancabermeja y supo ver en lo más profundo de sus intenciones, la lucha legítima por la
dignidad humana como manifestación de la presencia del Espíritu de Dios, incluso
cuando las luchas estaban cruzadas por las limitaciones y las inconsistencias
humanas, que se reflejaban
en actitudes contradictorias y hasta incoherentes.
Organizaciones como la Unión
Sindical Obrera, la Organización Femenina Popular, las Asociaciones de las Comunas Populares,
así como los diversos sindicatos, los periodistas, los pescadores, y los
trabajadores de la palma africana, encontraron en el Obispo un amigo y un aliado incondicional, que comprendía profundamente
sus causas , los acompañaba en la lucha
por la justicia, y que al mismo tiempo los invitaba con claridad a situar su
lucha en las nuevas perspectivas de un mundo que había cambiado totalmente con
la caída del muro de Berlín y del comunismo soviético y el surgimiento de la globalización.
Jaime Prieto los escuchaba,
los acogía, era honesto y leal, y al mismo tiempo era constructivamente
crítico, orientando con independencia a las organizaciones sociales con un
liderazgo evangélico, moral y social, donde la honestidad y la coherencia de
vida con los principios que los guiaran, no permitieran que se desviaran del
camino de la legalidad.
Su capacidad de colocar la lucha por los
derechos humanos en una perspectiva integral, llevó a Jaime Prieto a poner en
marcha el proceso de Comunas Territorio de No Violencia, proyecto del
Laboratorio de Paz de la Unión Europea, coordinado por el Programa de
Desarrollo y Paz, dirigido por el ilustre, bondadoso y popular Padre
Francisco de Roux.
Este carismático
prelado conquistó el afecto y el cariño de
la comunidad del Magdalena Medio, que encontró en él a un defensor y acompañante en sus
luchas reivindicativas. Igualmente, propició el diálogo con sectores
insurgentes, en la búsqueda de la paz tan esquiva, lo que le ganó la
malquerencia de algunas personas que se atrevieron a calificarlo de subversivo,
de guerrillero.
La Jerarquía Eclesiástica
reunida en la Conferencia Episcopal de Colombia comprendió el alcance profético
de Monseñor Jaime Prieto y en varias oportunidades lo nombró Presidente de la Comisión
Pastoral Social y Caritativa e integrante del Comité Episcopal de Paz.
Recordamos que en la última
huelga de la USO en el 2004, Jaime
Prieto Amaya intervino activamente
junto con el Padre Francisco de Roux para facilitar los diálogos con Ecopetrol
y solucionar la huelga de los
trabajadores petroleros, luego siguió
muy de cerca los acuerdos pactados entre el sindicato y Ecopetrol.
Monseñor Prieto que se
distinguía por su franqueza, en eso se reflejaba su ancestro santandereano, en una reunión en la Casa de Huéspedes de Ecopetrol, en el
Barrio El Rosario cuando se
dialogaba acerca de alternativas para
solucionar la huelga de 2004, ante la actitud intransigente del presidente de
la empresa de esa época, dio un golpe fuerte sobre la mesa y dijo “mientras Usted sea presidente de
Ecopetrol, no vuelvo a pisar este
recinto” y se retiró de la reunión.
Pero así como se mostraba
tan franco en sus apreciaciones con las directivas de Ecopetrol, lo hacía con los directivos de la USO, invitándolos a
ser coherentes en su vida con los principios ideológicos que proclamaban, les pidió a ser responsables
con sus hijos y ser fieles a sus
parejas.
En julio de 2007 la empresa
petrolera reconoció y agradeció la intermediación de Monseñor Jaime Prieto
Amaya, Obispo de Barrancabermeja, para facilitar el acuerdo con los empleados
temporales, que sin lugar a dudas,
demuestra que mediante la vía del diálogo se logran soluciones que benefician
recíprocamente a las partes, contribuyendo a la satisfacción de los
trabajadores y a la productividad.
En un Libro publicado por
las AUC titulado “Pensamiento social y político del Bloque Central Bolívar”, de
autoría de Javier Montañez, Julián Bolívar, Pablo Sevillano y Ernesto Baez de
la Serna, que circuló de manera clandestina, se publicó una página titulada “Respuesta abierta a
Monseñor Jaime Prieto Amaya, Obispo de la Diócesis de Barrancabermeja, con
motivo de sus recientes declaraciones en el seno de la Asamblea Episcopal
Colombiana”
La respuesta está fechada el 24 de Febrero de 2004, en dicha
comunicación se preguntaban “¿Por qué su
excelencia no ha propiciado en el Magdalena Medio diálogo con las autodefensas
campesinas, cuando todos sabemos que la totalidad de los sectores hostiles a
nuestras ideas y acciones han tenido plena y permanente audiencia ante el señor
obispo?”
Descocemos si en realidad
Monseñor Prieto tuvo conocimiento de este pronunciamiento del Bloque Central
Bolívar, asentado en la serranía de San
Lucas sur de Bolívar, pero si podemos afirmar que Monseñor siempre se mostró
dispuesto a dialogar con los diferentes actores de la confrontación armada. En
1997 en el Corregimiento de San Rafael
de Lebrija, (Rionegro, Santander) acompañado del Padre Jorge Eliecer López,
entonces Párroco de San Vicente de Chucurí, se reunió con Camilo Morantes, jefe
paramilitar de la región, para interceder por un sacerdote amenazado por las
AUC. En el año 2001 afirmó “yo dialogaría con Carlos Castaño”, principal jefe del paramilitarismo en
Colombia, esto nos permite afirmar que él siempre estuvo dispuesto al diálogo
con los diferentes grupos al margen de la ley.
En el año 2007 fue escogido como representante del
Episcopado Colombiano a la Asamblea Plenaria del Episcopado de América Latina y
el Caribe, que se celebró en la Ciudad
de Aparecida (Brasil), que culminó con la redacción del Documento de Aparecida,
contribuyendo con aportes importantes a
su redacción, conferencia en la que también participó El Cardenal Jorge Bergolio,
hoy Papa Francisco. Era frecuente en esos tiempos que Monseñor Prieto hablara de Cambio de Época y no Época
de Cambio, para indicar que no era que estuviéramos en un cambio estructural de
la sociedad, sino que lo cambiaba era la manera de ver y analizar la realidad,
desde un nuevo paradigma.
Nuevos Horizontes para
el Pastor
Permaneció en la
Diócesis de Barrancabermeja hasta
comienzos de febrero de 2009, el 1 de diciembre de 2008 fue nombrado como Obispo de Cúcuta , para
despedirlo y agradecer su labor en la Diócesis de Barrancabermeja se celebró
una Eucaristía en la Catedral La Inmaculada el día 2 de Febrero de 2009, con la
asistencia del Alcalde y Gobernador de Santander Horacio Serpa Uribe, quien lo
condecoró con la Orden José Antonio Galán, al igual que la Asamblea de
Santander, con la orden Luis Carlos Galán Sarmiento,
El Concejo Municipal y los
gremios, incluida la Unión Sindical Obrera se unieron al reconocimiento al jerarca , el
sindicato le ofreció una despedida el día 5 de febrero en la
puerta principal de la Refinería de
Barrancabermeja, sin imaginar que esa sería la última vez que lo verían con
vida.
El 7 de febrero de 2009 se
posesionó como Obispo de la Diócesis de
San José de Cúcuta. Allí duró cerca de año y medio. Al igual que en la
región del Magdalena Medio, se ganó el aprecio de las gentes que lo veían como
un padre amoroso. Reiteró su alegría por esta nueva misión y expresaba sobre
esta noticia lo siguiente: “Me encomendó el Papa la tarea de apacentar la
Iglesia de Cúcuta y lo hago con todo cariño y con todo afecto. Siempre he sido
amigo del cambio, y se desapegarme, claro, con la tristeza y ese sabor
agridulce que trae el despegarse de 15 años de pastoreo en la Diócesis de
Barrancabermeja”
Igualmente Monseñor Prieto
Amaya aseguraba que esta nueva etapa de su vida la afrontaba como un gran
aprendizaje. “Yo creo que de la mano del Señor vamos adelante. De la mano del
Señor quiero cumplir esa misión, y esa misión debe siempre estar rodeada por
dos grandes características, que son la comunión, y la participación. “Quiero
que la Iglesia de Cúcuta sea cada vez Iglesia participante, orante, que
interviene también socialmente y que continúe con su compromiso espiritual y
social” fueron las palabras del Obispo. “Yo soy amor a primera vista”, en medio de una gran sonrisa, se definía a si mismo Monseñor Prieto Amaya, quien
esperaba encontrarse muy pronto con todos los fieles de la Diócesis de Cúcuta,
lugar que sería su nuevo hogar y su nueva tierra.
Coincidió el comienzo de su
ejercicio episcopal en la Iglesia de
Cúcuta con la Campaña de Comunicación Cristiana de Bienes de 2009.Monseñor Prieto dijo al respecto, “¿Por qué no dedicarla, al campo y al
campesino?” A Dios rogando y al campesino apoyando” fue el lema escogido. El invitó a reflexionar sobre la problemática campesina
de la región, sobre la falta de políticas agropecuarias eficientes, sobre los
megaproyectos agrarios, sus luces y sus sombras, y
puso como meta aumentar el monto
de la colecta de 30 millones a 150 o 200 millones para crear un fondo semilla
para proyectos campesinos.
Estando en Cúcuta se destapó
la olla podrida del Agro Ingreso Seguro, lo más reprochable era el impudor con que se trató de justificar el visible despojo a los fondos del Estado y por ende al mismo
pueblo colombiano. Cuando se inició ese escándalo, uno de los grandes
implicados decía “pero si todo está a la vista”. Monseñor Jaime con el fino humor bogotano que
lo caracterizaba replicó “Aquí el elefante se les convirtió en animal
prehistórico descomunal, un “mamut” de esos que dejan no huellas sino cráteres
en la ya desgastada confianza que les puede brindar el pueblo colombiano. ¿Cómo
distinguir entre un campesino y un terrateniente? ¿No se trataba con el famoso
programa de Agro Ingreso Seguro de “devolver equidad al campo? Ahora si
comprendo porqué Colombia debe desertizarse”. Y continuaba diciendo
“Necesitamos un gran
desierto de arena para hacer como los gatos: tapar la porquería que producimos
sin dejar rastros. ¿Cómo podemos pensar que devolviendo los beneficiados la
platica, las cosas ya quedarán arregladas? No tiene esto presentación.
Lamentablemente así van a quedar las cosas”.
Cuando Monseñor Jaime Prieto
llegó a Cúcuta, encontró que la residencia del Obispo estaba ubicada en un exclusivo sector en las afueras
de la ciudad , donde presumiblemente
vivían jefes paramilitares y hasta el propio Gobernador de Norte de
Santander, en un conjunto residencial cerrado de estrato alto, lo que le pareció
una ofensa para con los pobres, muchos
de ellos viviendo en casuchas miserables y
ante esto públicamente dijo en la
última semana santa que celebró en esa ciudad, “los Obispos no somos Príncipes
de la Iglesia”, no porque despreciara a sus vecinos de barrio, sino porque a
ejemplo de Jesús, debía vivir en una casa
digna, en un barrio pobre y sencillo , y por eso trasladó su residencia
a una vivienda modesta en el Barrio Juan de Atalaya, vecina de la Parroquia,
reafirmando aún más su compromiso de estar al lado de los pobres.
En Cúcuta impulsó el Grupo Motor Binacional (de
Colombia y Venezuela), entre otras iniciativas; solo dieciocho meses duró la
labor de Monseñor Prieto en la Diócesis de Cúcuta, pero no obstante ese corto
tiempo supo ganarse el cariño de las gentes, en especial de los más pobres y
excluidos, monseñor Prieto Amaya se había granjeado el respeto y cariño de la
comunidad de la zona de frontera.
En el mes de julio de 2010
fue internado en el Hospital San Ignacio de Loyola
de la Universidad Javeriana, donde lo intervinieron quirúrgicamente por
una dolencia en el colon. Luego le sobrevino una peritonitis que agravó su
salud, desde entonces se temió el desenlace fatal. A los 69 años, monseñor Prieto Amaya, considerado
uno de los más destacados y respetados jerarcas de la Iglesia Católica
colombiana, falleció a las 10:00 de la noche del miércoles 25 de agosto de 2010, en la Clínica Colombia de Colsánitas, donde
había sido internado días antes.
Las noticias sobre la muerte
de Monseñor no tomaron por sorpresa a los
trabajadores de derechos humanos en la región del Magdalena Medio, pues
un par de semanas antes, había enviado
una carta al presbiterio de Cúcuta donde
manifestaba la decisión de mantener un silencio frente a los hechos de la
realidad nacional para “dedicarse a la oración y prepararse para tener un encuentro profundo con el Creador.”
Después de permanecer en
cámara ardiente, en la capilla de la Conferencia Episcopal de Colombia, el
cadáver de monseñor Jaime Prieto Amaya, llegó
a Cúcuta y fue llevado a la Catedral
de San José, los fieles de esa Iglesia
particular hicieron una calle de honor para
recibir el ataúd con su
cuerpo en el atrio de la
Catedral, la mayoría de las personas vestían de blanco y portaban una vela
encendida, fue instalado en un catafalco donde reposó hasta el lunes 30 de agosto, día en que se
cumplieron sus exequias a las 11:00 de la mañana.
Tan pronto fue colocado su ataúd en la Catedral, se realizó una eucaristía, presidida por el
padre Carlos Simón Pabón, miembro del Colegio de Consultores de la Diócesis de
Cúcuta y concelebrada por el presbiterio de la Diócesis. Las honras
fúnebres se iniciaron con una procesión alrededor del parque
Santander, su ataúd fue cargado por sacerdotes de Cúcuta y Barrancabermeja.
Luego se celebró una
eucaristía presidida por el presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia,
monseñor Rubén Salazar Gómez, y concelebrada por el señor Nuncio
Apostólico Aldo Cavalli, algunos
obispos, el presbiterio de esa Iglesia
Particular y sacerdotes de la Diócesis de Barrancabermeja. Sus restos reposan
en una bóveda de la capilla de San José
(Catedral San José de Cúcuta), junto a los de los obispos Luís Pérez Hernández y Pablo Correa León.
La Diócesis de Cúcuta,
expresó su sentimiento de dolor, pero
también de esperanza y de fe, “el Señor
nos dio la gracia de conocer a este pastor, un hombre maravilloso, un gran ser
humano, comprometido con la defensa de la vida, con la dignidad humana y con
los sectores más desfavorecidos. Nuestro querido obispo nos deja una enseñanza
de solidaridad y compromiso con el más pobre, y ahora que descansa en la paz
del señor, seguirá intercediendo por su pueblo.” decía un Comunicado del
Presbiterio de esa ciudad.
La Alcaldesa de Cúcuta,
María Eugenia Riascos Rodríguez
reconoció la labor pastoral y
social de monseñor Jaime Prieto Amaya, desarrollada a lo largo de toda su vida,
mediante Decreto 0369 del 30 de agosto de 2010
exaltó su vocación al servicio del prójimo y lo puso como ejemplo para las generaciones del país. Numerosas
organizaciones gremiales y sindicales como la USO, expresaron públicamente sus
sentimientos de pesar por la muerte del Obispo Prieto Amaya.
Así se expresó
Guillermo León Escobar tres veces embajador ante la Santa Sede después
de la muerte de Monseñor Prieto:
“Muchos pensábamos —lo que
él no pensaba— que sería promovido a un rango mayor en la organización
eclesial, es decir, a un arzobispado. No fue así, Jaime Prieto aprovechó para
darnos una de sus lecciones finales y es que el servicio pastoral de la Iglesia
no tiene que ver con la lógica del exitismo civil que corroe también a muchos
eclesiásticos que sólo piensan en ascender y que han llevado no sólo a Juan
Pablo II y hoy día al papa Benedicto XVI a advertir reiteradamente que en la
Iglesia no existe el “carrerismo” ni el “exitismo”, porque la lógica del
evangelio es el “servicio”. Jaime Prieto fue feliz a Cúcuta y en poco tiempo se
identificó en espíritu y en verdad con sus nuevos fieles y los amó hasta el
fin. Nos enseñó que pertenecía a esa estirpe de los pocos seres humanos que
conciben la vida como “misión” y no como “tarea”.
A pesar de que llevaba poco
tiempo en la Diócesis de Cúcuta, monseñor Prieto Amaya se ganó
el respeto y el cariño de la
comunidad de la zona de frontera. Fue un “Profeta de los Pobres” como lo
calificó Monseñor Juan Vicente Córdova, entonces Secretario General de la
Conferencia Episcopal, en la homilía pronunciada durante la Eucaristía
celebrada al cumplirse el primer año de su deceso.
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