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Vida y obra de Monseñor Jaime Prieto Amaya

Por: Pbro. Jaime Barba Rincón
                                       Jaime Prieto Amaya
                                    “Profeta de los    Pobres”
                                             Perfil Biográfico 
       “Mi Meta se ha cumplido, Dios quiere para mí algo más hermoso”    
                            La Aurora de la Niñez y la Juventud 
Monseñor Jaime Prieto Amaya
en Barrancabermeja
Jaime  Prieto Amaya nació el 27 de marzo de 1941 en Bogotá, sus padres fueron, Rogelio Prieto Esguerra, empleado administrativo de la Empresa de Teléfonos de Bogotá, y además fue comerciante en maderas y  caolín, los abuelos paternos fueron  Luis María Prieto y  Adelaida Esguerra,  maternos   Aurora Bertica Amaya Y Otero, bogotana pero con ancestros santandereanos, pues era hija de Juan Nepomuceno Amaya Sierra (Magistrado de la Corte Suprema de Justicia) y  Dolores y  Otero de Amaya, Jaime era el segundo  entre seis  hermanos , fue bautizado en la Iglesia de Santa Teresita de Bogotá el 31 de Julio del mismo año en que nació, fueron sus padrinos Rafael Ramírez y Florentina Otero. Los primeros años de su niñez transcurrieron  en una Casa-Finca en Mosquera (Cundinamarca.
Desde los cinco años mostró  su inclinación por lo religioso,  inició sus  estudios  de preescolar  en  el Colegio de San José de las Hermanas Franciscanas de María Inmaculada, y  luego se trasladó a un colegio cerca de la casa de sus padres, donde terminó la primaria , en la niñez  mostró dotes de liderazgo,  vivían sus padres en el Barrio Ricaurte de la capital, y allí participaba en   el Circulo de los Benjamines , un grupo de niños,   apoyado por  los Padres  Lazaristas o Vicentinos que tenían su  Seminario  o casa de Formación en el barrio  mencionado, en la zona central de Bogotá, junto con el Templo Nuestra Señora de las Mercedes,  vecino de su  casa paterna.  
Los niños y jóvenes del barrio, además de participar en la catequesis se dedicaban a  jugar futbol y trompo  en Palo Quemao, participaban en el Centro Literario, veían películas que comentaban entre ellos, y también  se desempeñaban como acólitos en el mencionado templo.  
El tío abuelo de  la mamá, Doctor Pedro María Sierra, sacerdote,  acogió desde muy niña a la abuela de  Jaime Prieto, que había quedado huérfana, y  al igual que la mamá se criaron junto a este benemérito presbítero, que construyó la Iglesia y la Casa Cural de Funza ; este ambiente religioso que luego se proyectó    en la casa de sus padres,  despertó en  él la vocación sacerdotal,  desde la más temprana edad le ponían  sobre sus hombros una esclavina o capa corta,  siguiendo el modelo que en ese tiempo usaban los sacerdotes. Hizo su Primera Comunión a los 8 años junto con sus hermanos Ernesto e Inés.
El asesinato  de Jorge Eliecer Gaitán, el 9 de abril de 1948 le causó un gran impacto, contaba  con siete años, cuando estaba en el Colegio de las Hermanas Franciscanas, la Madre Lucinda  les dijo “Váyanse mijitos, pero solamente para su casa,” “No se queden Jugando por la calle”, porque ella sabía que se quedaban entrenando futbol con latas y bolas  y aun cuando salían  a las cuatro de la tarde, solamente llegaban a la casa a las seis, no obstante que el colegio estaba situado muy cerca de la residencia .
Ese día   los enviaron temprano para la casa, sin darles explicación, pero les recomendaron no hablar con nadie, él acostumbraba salir acompañado de un gran amigo y cuando salían del colegio, vieron grandes llamaradas por todas partes y a  unos señores  con ruana, armados  con machete, que iban corriendo, con gran susto llegaron cada uno a sus casas,  se encerró  con su hermana Inés que estudiaba en el Colegio de la Presentación, que ya había llegado a la casa.
Por las ventanas veían pasar muchísima gente y resolvieron encender el radio, y escucharon que habían asesinado a Gaitán, que se había formado la revolución, oían mencionar a los Chulavitas, pero sin entender de qué se trataba.Aquel  día los dos hermanos miraron desde el jardín trasero de la casa  hacia el  Templo de Nuestra Señora de las Mercedes y vieron  a varios  hombres que desde la torre de la Iglesia disparaban, subieron al segundo piso de la casa y de allí observaron  como  la Policía  tomaba presos a los sacerdotes de la Casa de Formación de los Lazaristas que eran como 20, incluyendo a seminaristas, a quienes les amarraron las manos.
 Uno de los presbíteros  llevaba la Custodia con el Santísimo en camino presumiblemente hacía la cárcel,  esto estremeció a aquel niño en su interior y lo hizo pensar  en algo especial, que estos Padres podían morir porque eran testigos de alguna cosa.
Entró al Seminario Menor Conciliar de Bogotá, porque le gustaba el campo , en alguna oportunidad fue con sus padres a ese seminario que contaba con canchas empradizadas, que contrastaban con los pedregales de Palo Quemao donde jugaban, y tenía  porterías como las de  los estadios, además de canchas de basquetbol y tenis,  eso le llamó la atención y dijo “Aquí tengo que estudiar” su   padre aceptó que entrara al Seminario a estudiar bachillerato, a pesar que su deseo era que estudiara en el Colegio Nacional Camilo Torres o en el  Virrey Solís. Junto con su padre eran hinchas de Millonarios, iban al Campin a ver los partidos y admirar las grandes  figuras del futbol  de la época, Pedernera, Baez y Diestefano. En el   Seminario Menor  se graduó de Bachiller, e inmediatamente pasó  al Seminario Mayor San José  de Bogotá, allí   realizó sus estudios de  Filosofía y Teología.

Acostumbraba a decir  que su papá  era Liberal de grado 33, por aquello, de la identificación que se hacía de los liberales con la Masonería, en  alguna ocasión   recordó que cuando fue a entrar al Seminario Mayor su papá le dijo, “si te preguntan  de que partido político es tu familia, no vayas a decir que es liberal, diles que tú no sabes”, y   lo afirmaba, porque por razones históricas ya superadas hoy día, los hijos de los liberales no eran bien recibidos en los seminarios.  El Padre Rector del Seminario  en la entrevista le hizo la pregunta  “¿Bueno y tu papá qué es? ¿Ala liberal?  Y él contestó “No,  como se le ocurre mi papá es conservador”, y además le preguntaron Usted porque quiere entrar al seminario y respondió “Porque quiero salvar almas”,  tratando  de  convencer al que decidía si lo recibían o no en el seminario.
En el Seminario Mayor descolló como buen estudiante, y especialmente se destacó  por su preocupación por lo social,  por el estudio del cooperativismo y la Doctrina Social de la Iglesia, que fueron modelando su pensamiento orientándolo hacia lo social y además mostró dotes    como organizador, montó un gallinero para la cría de gallinas ponedoras  y pollos para consumo del Seminario, por lo anterior le fue asignado  un pequeño apartamento por los padres Sulpicianos Alfredo Moriny y  Pepan que dirigían el Seminario; cuentan sus familiares que el joven seminarista  le hablaba a las gallinas, pidiéndoles que pusieran muchos huevos, y a eso atribuían sus compañeros de Seminario el que recogían bastantes. 
El dinero que su padre le dejaba al visitarlo   lo ahorraba para comprar libros y era el único seminarista con  dos estantes para libros, pues era aficionado a la lectura sobre todo literatura de autores franceses, leía mucho sobre San Vicente de Paúl, fundador de la Comunidad de los Padres Lazaristas o Vicentinos, famoso por su compromiso con los pobres, por eso visitaba la Librería de El Seminario detrás de la Catedral de Bogotá , la Librería Central, la Librería Francesa, en  esta última adquiría libros de una colección llamada Libre De Post, curiosamente cuando estudió  en Francia descubrió que esos libros  de bolsillo  los acostumbraban a leer los estudiantes  dentro del Metro mientras viajaban.
En su vida como seminarista se encontró con grandes confrontaciones, por un lado Camilo Torres Restrepo, capellán y profesor de la Universidad Nacional, sociólogo formado en la Universidad de Lovaina, que   tenía grandes vínculos con el Seminario y  con Alfonso López Trujillo que  años más tarde fuera Obispo y Cardenal,  que inicialmente se mostraba inclinado hacia lo social, pero que años después cambió radicalmente su pensamiento.
En los años sesenta además de  la admiración que la revolución cubana suscitaba  entre los jóvenes, aparecería  la guerrilla del ELN en Santander, y  los movimientos de liberación de América Latina, todo ello fue generando en la mente y el corazón del joven seminarista una simpatía hacia lo social, hacia el estudio de la pobreza y la riqueza, eso lo emocionaba como lo manifestó en una ocasión. Para él la dimensión social del Evangelio era fundamental. 

Fue ordenado sacerdote el 14 de agosto de 1965 para la Diócesis de Facatativá (Cundinamarca), por  Monseñor Raúl Zambrano Camader, con licencia debido a que no tenía los 25 años que exige la norma canónica, celebró su primera misa el 15 de Agosto  en la Capilla  San Antonio  de la Urbanización El Diamante de Funza, cuyo altar mayor en piedra había sido donado por su padre.
Inmediatamente después  de  su ordenación fue enviado a estudiar a Roma,  allí permaneció  hasta   obtener  el  Diplomado en Sociología Pastoral   del Centro Internacional de Sociología de Roma (CISIC) ,y luego se trasladó a  Paris donde logró el título de  Licenciado en Ciencias Sociales del  Instituto Católico de París, con  Especialización en Sociología Religiosa, del mismo  Instituto,  y además tomó cursos en la Escuela  Práctica de Altos Estudios de París.
Un gran acontecimiento que  influyó en la vida del joven presbítero, fue el Concilio Vaticano II, que se clausuró  meses después de su ordenación, cuando se encontraba estudiando en Roma, el Concilio   fue para muchos sacerdotes  mayores y jóvenes,  un choque entre la modernidad y la posmodernidad, una ruptura, que algunos no aceptaron y se anclaron en el  pasado, otros la aceptaron con dificultad, la Iglesia  tuvo que actualizar su presencia en el mundo.
El Concilio significó dejar atrás algunos  postulados de la filosofía tomista y de la teología tradicional que contenía aspectos de la  mentalidad  medieval, ello implicó para él  una  renovación total ,pues significaba un cambio en la vida de la Iglesia, más actualizada, más existencial, un  cambio de categorías,  que implicó   una  deconstrucción, un cambio radical en su mentalidad, jocosamente dijo un día, “tras el Concilio, quedamos ignorantes, y nos tocó aprender de nuevo filosofía y teología”. 
Durante el tiempo  de permanencia en Paris, tuvo la oportunidad de      conocer de cerca la revolución de estudiantes y obreros en mayo de 1968,  uno de cuyos lemas era "Cambiar la vida, transformar al mundo" millones de personas  expresaban  su deseo de cambiar la vida, de romper los condicionantes de una vida, que encontraban enajenada, a la mera  supervivencia, sin sentido y con cierta  manipulación ideológica, como el mismo lo decía.
Por eso en una ocasión dijo:
“La vida en París era de un movimiento intelectual enorme, formábamos grupos, estudiábamos los problemas de América Latina .Fue una vida agradable en donde como sacerdote vivía mi juventud plenamente con una amplitud enorme de la universidad, diría yo de la promiscuidad, gracias a Dios, había podido perderme como ocurrió  con muchos de mis compañeros, enamorarme, e incluso hubo unos que tuvieron tendencias de izquierda marxista y se fueron a la guerrilla. Pero sin embargo el Señor me mantuvo como Sacerdote a pesar de estar en ese pluralismo cultural. Allí fue donde pude conformar mi mentalidad, mis cimientos ideológicos”
En el pensamiento de  Jaime Prieto debió influir  Monseñor  Raúl Zambrano Camader su obispo en la Diócesis de Facatativá, que era una persona con una notable preparación, pues había cursado estudios de economía, sociología  y con especialización en asuntos agrícolas, se distinguió por la defensa de los pobres y especialmente de los campesinos, por eso fueron denominados obispos rojos, junto con Monseñor Gerardo Valencia Cano, posiblemente porque sus planteamientos eran acogidos por los campesinos y los más pobres.
Monseñor Zambrano  Camader  quería que Jaime Prieto Amaya, continuará estudiando y le había gestionado dos becas, para que escogiera en Canadá o Estados Unidos, proyecto que   se frustró por la muerte en un  accidente de aviación  del Obispo Zambrano.
A  su regreso a Colombia se encontró que documentos como el de los Obispos del CELAM  de Medellín en 1968, llamaban la  atención a la iglesia, para un mayor compromiso con la realidad, la cruda realidad como solía decir,  fue la época del agitar de las ideas de la Teología de la Liberación, después de la muerte Camilo Torres en 1966.
Reintegrado a su Diócesis de Facatativá, después de sus estudios, trabajó   en el Instituto de Ciencias Agrícolas y el Centro Interamericano de Reforma Agraria, con un equipo interdisciplinario dirigido por el famoso Sociólogo brasilero Joa Bosco Pinto, los   funcionarios de Desarrollo Social del INCORA (Instituto Colombiano de la Reforma Agraria) habían  adoptado  la metodología de Paulo Freire, especialmente los postulados de su libro “La Educación como Práctica de la Libertad” para la alfabetización de los campesinos,  Bosco Pinto,  discípulo de Freire fue el mentor, maestro y asesor de estos funcionarios.
Uno de los postulados clave de estos procesos de enseñanza/aprendizaje, que se constituyó en el núcleo conceptual de la educación popular, era que el aprendizaje de leer y escribir se hace leyendo la realidad para su transformación social y política, esto es, para reescribirla en el contexto de la propia cultura e historia.
La tarea del equipo liderado por Bosco Pinto era realizar el  Estudio de Integración, que se no  concluyó, porque las directivas del  INCORA  afirmaron que ellos estaban revolucionando a los campesinos, porque  les decían  a los campesinos que la tierra era  del que la trabaja, de lo que ellos  no tenían conciencia, y por eso les terminaron el contrato. Esa era la tendencia entre los intelectuales y universitarios de la época.
En los años 80 y comienzo de los 90 contribuyó con sus aportes a la construcción y consolidación de la Pastoral Obrera en la Sabana del  occidente de Bogotá, con el apoyo de las Hermanas Juanistas brindando    respaldo   a la lucha de los obreros y las obreras del sector agroindustrial de las flores ; junto a los sacerdotes franceses Bernardo Adam y Michel Jane lideraron un importante proceso de organización, movilización y lucha de los trabajadores contra las políticas de trabajo precario   de algunos de  los empresarios de  la región.
Fue Capellán del Sena, vicario parroquial, auditor y notario de la Curia Diocesana, Director Diocesano de  Pastoral Social de Facatativá, Director de las Granjas Infantiles del Padre Luna, Párroco  en Funza y en Tenjo, Vicario Diocesano de Pastoral, Vicario General de la Diócesis de Facatativá, Secretario del Departamento de  Pastoral Social de la Conferencia Episcopal y del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM).
Durante el ejercicio de su ministerio sacerdotal siempre estuvo muy preocupado por lo social, por defender los derechos de las personas y tuvo que intervenir ante bandoleros como “Sangre Negra”, con guerrilleros, como un tal “manco Gutiérrez”, buscando la liberación de personas,  decía que en esa época no se podía hablar de Derecho Internacional  Humanitario, porque lo tomaban como subversivo y los podían llegar a matar, ese perfil se vio reflejado cuando llegó a ser Obispo, porque siempre creyó en la necesidad de una sociedad nueva, esa ilusión la llevaba en lo más profundo de su corazón. 
                                     Inicio del Episcopado
El 11 de noviembre de 1993, estando  como Párroco de la Catedral de Facatativá, el Papa Juan Pablo II lo nombró Obispo de Barrancabermeja, un día charlando dijo, “cuando me ofrecieron que fuera obispo, no quise decir inmediatamente que sí  aceptaba,  manifesté que  en ocho días les avisaría, porque ala , uno no pude dejar la impresión que se está muriendo de ganas de serlo” su escogencia   fue un verdadero acierto, por sus características personales y la problemática de la Diócesis  a la que fue destinado; recibió su ordenación episcopal el 11 de diciembre de 1993 en la Catedral de Facatativá y se posesionó como Obispo de Barrancabermeja el 15 de Diciembre del mismo año.
 El Aeropuerto Yariguies de Barrancabermeja se desbordó de alegría con la llegada de Monseñor Jaime Prieto, el día 14 de diciembre, autoridades civiles, religiosas y militares, le daban la bienvenida al nuevo pastor de la grey barranqueña, y con un desfile de colegios, que se concentraron en un acto público en el Parque Infantil, se manifestaba el regocijo  de las gentes.
Posteriormente fue agasajado con una cena en el Hotel Pipatón, ofrecida por la Alcaldía Municipal. Su posesión se realizó el día siguiente, en la Catedral La Inmaculada, con la presencia de su familia, del Nuncio Apostólico, numerosos obispos, sacerdotes  y delegaciones de diferentes parroquias de la Diócesis y gremios socioeconómicos.
Cuando  Jaime Prieto Amaya fue ordenado Obispo y se posesionó como pastor  de la Diócesis de Barrancabermeja, en diciembre de 1993,  en su escudo episcopal colocó  el lema “Justicia y Paz”, como símbolo de lo que sería su ministerio,  reflejaba el compromiso de la Evangelización desde la realidad social y la coherencia con lo que desde su presbiterado había proclamado  y  lo que esperaba que sus sacerdotes realizaran en su ministerio presbiteral, la opción por los pobres, la lucha por la transformación de la realidad, para que el Reino de Dios continuara su construcción en medio de la difícil  situación de las tierras del Magdalena Medio.

Desde el  inicio  de su  episcopado  Monseñor Jaime Prieto reflejó  que su vida pastoral como presbítero, y en los diferentes cargos que ocupó  en la Diócesis de Facatativá,   como en la capellanía del SENA, había girado primordialmente en torno a la evangelización integral, en la línea de la promoción humana y social, orientada a  la solidaridad con los más pobres. 
Su experiencia con el Servicio de Pastoral Social (SEPAS) del CELAM,  contribuyó  a darle una visión clara y amplia de la realidad socio-política de América Latina y de Colombia, pero el encuentro con la realidad del Magdalena Medio, convulsionada por la pobreza y la violencia y con la dinámica de sectores de la sociedad civil y de la Iglesia Diocesana,   lo llevaron a validar en la práctica el  lema episcopal que premonitoriamente había escogido.
A su llegada encontró una región  sitiada por la confrontación entre las fuerzas del estado, grupos guerrilleros como el Ejército de Liberación Nacional (ELN), Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), los paramilitares que hacían una presencia incipiente en la ciudad, pero con mayor  presencia en lo rural. 
En la década de los noventa se vivió en el Magdalena Medio  una de las épocas de mayor violación de los derechos humanos, derivada de las luchas entre guerrilla y paramilitares, con consecuencias graves en la población ajena al conflicto, esta situación impulsó  a que  Jaime Prieto Amaya manifestara su pensamiento en defensa de los derechos humanos e iniciara procesos de reivindicación de la población, que se debatía inerme entre dos fuegos. Eran  los tiempos más difíciles del Magdalena Medio, cuando las grandes masacres y los desplazamientos llevaron a que muchas personas inclinaran  la cabeza, se silenciaran las voces por el miedo.
Fue la época en  que algunos dirigentes gremiales, comerciantes, terratenientes ganaderos y agricultores, regionales y nacionales, tomando como justificación el accionar de la guerrilla, decidieron contribuir  a la  financiación  de las denominadas Autodefensas de Colombia, pretendiendo “refundar la patria”, sobre estos  personajes no se ha investigado lo suficiente, para que la justicia del estado aplique las condenas del caso. 
La voz de Monseñor sonó con valentía para defender la vida, para pedir que  a  hombres y mujeres  se les respetara la vida y se garantizara la posibilidad de vivir con dignidad en el  territorio del magdalena medio.
Desde el comienzo de su ministerio episcopal, Monseñor Jaime quiso que   los agentes de Pastoral de la Diócesis de Barrancabermeja, asumieran un compromiso frente a la realidad social y poco a poco fue encausando la fuerza de ese compromiso en la evangelización de lo político, sin desconocer que la promoción humana y social era primordial y seguía siendo necesaria para crear una base social capaz de generar organización, movimiento social e incidencia social y política, para transformar la mentalidad de muchos jóvenes que solo veían la guerrilla o el paramilitarismo como opción de vida.
Luego de un análisis  crítico y  de una profunda reflexión teológico-pastoral sobre la identidad de la Diócesis, y a partir de la constatación de que en  esa porción del Pueblo de Dios se hace presente la Iglesia Universal,  apoyado en la experiencia del proyecto Nueva Imagen de Parroquia, que en 1978 había impulsado el entonces párroco de la Catedral Nel Beltrán Santamaría , se adoptó como Plan Pastoral de la Diócesis el Proceso Diocesano de Renovación y Evangelización (PDR/E), que buscaba involucrar en el proceso de evangelización  todas las realidades existentes en el nivel diocesano, personas, grupos, organismos, estructuras.
El Proceso de Renovación Diocesana y Evangelización (PDR/E) se concibió profundamente evangelizador: convocar a todos a vivir la fraternidad, por medio de la proclamación de la Palabra y la celebración de los sacramentos, como expresión de un compromiso de vida personal y comunitaria para transformar  el mundo con la fuerza y la luz del Evangelio, por eso tenía  como eje central del proceso  una auténtica Espiritualidad de Comunión.
El PDR/E propició un proceso permanente de conversión en todos los agentes de pastoral  y miembros del clero, y un florecimiento de la pastoral, especialmente con la vinculación de los laicos, que se vio reflejado en la participación más activa en la liturgia y en general en la vida de la Iglesia.

El 17 de Octubre de 1995 se constituyó el Consorcio CINEP-SEAP (Centro de Investigación y Educación Popular - Sociedad Económica de Amigos del País) que realizó el diagnóstico regional del Magdalena Medio con la ayuda de la Diócesis de Barrancabermeja y propuso la creación del “Programa Desarrollo y Paz del Magdalena Medio” como instrumento capaz de insertarse en la vida del territorio y generar dinámicas favorables al desarrollo y la paz.
Dando plena confianza al equipo promotor, se  hizo posible el Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio, acompañado del P. Francisco de Roux S.J., quien lideró este programa cerca de trece años, siendo el Obispo Prieto Amaya Presidente de la Junta Directiva de la Corporación que lidera el programa, que  se convirtió en modelo del desarrollo regional humano y sostenible para el país.
Convencido de que todos los derechos humanos (la dignidad, la vida, la libertad, la verdad, la participación, la equidad, la igualdad de géneros, el salario justo, la educación, el derecho a la tierra y el cuidado del medio ambiente) son interdependientes e inviolables, el Obispo  se constituyó en la fuerza espiritual y moral y en el orientador del Programa  desde la Doctrina Social de la Iglesia.                                                               

                                Sombras y las Luces en la Región
La ciudad de Barrancabermeja no ha olvidado la noche trágica del 16 de mayo de 1998, cuando ocurrió la masacre por parte de los llamados paramilitares; una hilera de fotos con los rostros de las víctimas, sobre 25 ataúdes de madera vacíos de los cadáveres de  jóvenes que nunca volvieron y once cadáveres bajo el sol ardiente, en un multitudinario sepelio.
El Obispo de la ciudad, Jaime Prieto Amaya, con ese poder de convocatoria que tenía, logró poner a Barrancabermeja de pie de lucha, frente a la sede de la Unión Sindical Obrera, USO, la ciudad adolorida, intimidada, perpleja, pidió justicia, acompañaba a las familias de las víctimas que buscaban  orientación del obispo Prieto Amaya, el   ejerció el liderazgo esquivado  por políticos de la región y del  nivel nacional, que se quedaron callados ante la masacre, él encabezó la protesta en  un pueblo que necesitaba recuperar la esperanza, hacer valer la justicia, y unirse en la defensa de la vida. 
Se pudo comprobar que  existió colaboración activa y pasiva de autoridades del ejército y policía que facilitó la comisión de la matanza. Al Comandante de la Policía comprometido con la masacre,  solo lo  sancionaron con un llamado de atención por parte de la Procuraduría por su omisión, o por su complicidad en los hechos.  La masacre del 16 de mayo  perpetrada  por los paramilitares, encabezados por  Mario Jaime Mejía alias  “el Panadero”, antiguo militante de la guerrilla de las Farc,  llevó a Monseñor Jaime Prieto a motivar en la Diócesis un compromiso más acentuado con los Derechos Humanos y la Paz, bajo un atinado principio: trabajar por la paz como fruto de la justicia social

La ciudad había presenciado las marchas de los campesinos del sur de Bolívar en Julio de 1998 y el Obispo Prieto  había estado al lado de las mujeres y de los hombres del campo. Vino luego un desplazamiento grande, de más de tres mil pobladores de la Cordillera de San Lucas y de la cuenca del  Rio Cimitarra,  que ocuparon durante tres meses las instalaciones del SENA, del Instituto Universitario de la Paz y de algunos colegios tanto oficiales como privados.
Él estuvo presente, todo el tiempo, en la mesa de conversaciones con el gobierno del Presidente Andrés Pastrana, buscando una salida, exigiendo respeto y claridad con los pobladores, pidiendo a todos responsabilidad y transparencia, en conversatorios propuestos por monseñor Jaime Prieto y que coordinaba Ubencel Duque.
Los años siguientes fueron especialmente difíciles. La toma paramilitar de la ciudad, poco a poco  las autodefensas fueron penetrando las comunas populares y los asesinatos de 4 y 5 personas diarias no se hicieron esperar, en lo que ellos llamaban labores de limpieza social.
Mientras iban penetrando, se realizaba la vigilancia armada ilegal por parte de paramilitares, ante la indiferencia y la vista gorda de muchas  de las autoridades del ejército, policía y armada nacional a quienes les correspondía velar por la vida, honra y bienes de los ciudadanos; la Iglesia y sus organizaciones hicieron una resistencia civil sostenida y valiente, desde las parroquias y la Pastoral Social, siempre bajo la orientación de Jaime Prieto Amaya.
En esa época se presentó  según lo afirmaba el Padre Francisco de Roux, una cierta ambigüedad y convivencia entre el paramilitarismo y algunos  elementos de las Fuerzas Armadas y de Policía, en la ciudad y en los demás  territorios de la Diócesis. El Obispo se pronunció en público, por la prensa, la televisión y la radio, estos pronunciamientos salvaron muchas vidas, detuvieron el crimen en la ciudad, al poner en evidencia pública a los perpetradores y a los cómplices. Él, como buen pastor, a ejemplo de Jesús, estaba al lado de sus ovejas exponiendo su vida por ellas.
En muchas ocasiones Jaime Prieto cruzó el río Magdalena o se aventuró en las montañas de la cordillera de los Yariguies y de la Serranía del Perijá, para tratar de encontrar a los actores armados ilegales, y a veces tuvo que verse con ellos cuando hacía las visitas pastorales, siempre pidiendo respeto a la vida, y en muchas ocasiones para convocar, con rigurosos análisis a la paz regional, como un paso para la paz nacional; con lucidez e intrepidez invitó al diálogo y a una salida política negociada para enfrentar los grandes problemas estructurales que han dado lugar a la confrontación armada.
Trabajó con ahínco pero de manera silenciosa buscando la liberación  de secuestrados, con disponibilidad total, escalando  montañas y cruzando  ríos para encontrar a los captores y exigir la libertad, jamás para negociar la vida humana, ni para pagar rescates, siempre para ejercer una acción humanitaria directa y franca, y dar una orientación moral transparente frente a la perversidad de esas acciones.
Eso le valió la malquerencia de sectores de extrema derecha que llegaron a catalogarlo como aliado de la subversión, como ocurrió con otros prelados, como El Obispo de Sincelejo Nel Beltrán Santamaría y Luis Madrid Merlano, Obispo en ese entonces de Tibú (Norte de Santander) 
Carlos Castaño en el año 2000, se había atrevido a decir (después de  la masacre de 1998), que pronto iría tomar tinto  o cerveza en cualquier tienda del nororiente de Barrancabermeja, porque esperaba que el proyecto paramilitar se hubiera consolidado en la región. Efectivamente llegó a la ciudad y  se alojó en la Suite  de un famoso edificio de la ciudad   en el sector comercial de Barrancabermeja, siendo visitado al parecer por un alto oficial de la policía, no permitiéndose por parte de la fuerza pública que se acercara nadie a ese sitio cuando circuló la noticia de su presencia en la ciudad y hasta amenazaron  a un fotógrafo que pretendió tomar una foto, 
En el  año de 2001 , durante la celebración del Viacrucis del Viernes Santo, en los barrios Nororientales de la ciudad,  zona azotada por la violencia guerrillera y paramilitar , donde ocurrió la masacre de 1998 por parte de los paramilitares, llegó Monseñor Jaime Prieto con sacerdotes y feligreses,  hasta un sitio llamado Pozo Siete  con mala fama, porque allí  eran arrojados los cadáveres de jóvenes y personas mayores asesinados por los paramilitares, eran más de cinco  mil  personas que marchaban. 
 En ese lugar de muerte, colocó  una cruz gigante como de 12 metros de largo en la parte vertical y dijo retando al proyecto paramilitar “Vengo con mi gente y los desafío a que en cinco años, evaluemos con quien se queda la gente, si con el proyecto de ustedes, de la muerte, del exterminio,  y de la exclusión, o si con el proyecto de la vida, de la esperanza y de la defensa de los derechos humanos que regenta la Diócesis de Barrancabermeja”. Ese pronunciamiento tan valeroso del prelado se daba en un escenario de peligro y agresividad por parte de los paramilitares, algunos de ellos se encontraban  camuflados entre la muchedumbre, era como una respuesta a los planteamientos de Carlos Castaño.
A partir del año 2002, fruto de la interacción de Pastoral Social de la Diócesis y el Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio, con diversos sectores de la sociedad civil e instancias del Estado, Monseñor Jaime Prieto orientó la acción pastoral hacia una mayor presencia e incidencia  en lo social y  en lo político entendido  como ejercicio del poder,  no como acción partidista.
Surgieron propuestas como las del proyecto “Barrancabermeja Ciudad Región de Paz” antes mencionado, y el programa de Comisión Cívica de Convivencia Ciudadana, con el apoyo de la Pastoral Social, la Corporación Desarrollo y Paz del Magdalena Medio y  la Unión Europea, que cofinanciaba estos proyectos, donde se vincularon profesionales de diferentes ramas y líderes populares, que atendieron el llamado de la Iglesia.
En los  objetivos del proyecto se señalaron: contribuir a la resolución del conflicto armado,  promover el diálogo y la concertación para el manejo de cualquier conflicto, contribuir a la reconstrucción de la Ciudad-Región a partir de un nuevo Pacto Social que incidiera en  la transformación del conflicto, aporte a la construcción de lo público desde el diálogo   que permitiera establecer programas y procesos de desarrollo humano sostenible en la región.
El Proyecto liderado por el pastor dio  resultados, el más importante: la articulación de las organizaciones de base junto con el Estado para promover salidas, donde la convivencia y el ejercicio de la paz con democracia potenciaran el desarrollo. El fortalecimiento de las capacidades locales para resolver los conflictos, y  la promoción de los derechos humanos.
Un elemento positivo fue  la puesta en marcha de un Observatorio de Paz Integral (OPI), con organizaciones como CREDHOS, el Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio, el Instituto Universitario  de la Paz, la Corporación Compromiso  y la Diócesis para hacer un seguimiento a las vulneraciones de los derechos humanos que acontecían  en la región, proyecto  que todavía hoy subsiste, dentro del Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio.
Una de las dificultades era la presencia de los actores armados en la región quienes en algunas oportunidades realizaron bloqueos, como fueron los casos en  San Pablo  (Bolívar), cuyos habitantes deseaban participar en las jornadas de sensibilización hacia la defensa de los Derechos Humanos, pero no los dejaron salir  o  la intimidación frente a la participación en el municipio de Puerto Wilches. Una de las formas de enfrentar estas situaciones fue  realizar un proceso abierto y público donde se desarrollaba la acción para minimizar los riesgos para los participantes.
Como una continuidad del Programa Barrancabermeja Ciudad- Región de Paz se creó el proyecto conocido como “Presupuesto Participativo”, para que las comunidades de los diferentes municipios tomaran decisiones sobre las inversiones municipales,  programa que desde las parroquias se extendió a muchos municipios dentro y fuera de la Diócesis.
Barrancabermeja se ha convertido un icono y un referente de este programa, no solo a nivel del país, sino de otros países de Latinoamérica, que han establecido en la normatividad local, la obligación de consultar con las comunidades locales en que  se va a destinar  un porcentaje del presupuesto de Inversión.

En la  trayectoria de Monseñor Jaime Prieto, también se destaca su desempeño como presidente de la Comisión Episcopal de Seguimiento del Proceso de Paz con el ELN, naciente diálogo que comenzó en 1998 y terminó sin resultados en 2002.Igualmente fue secretario ejecutivo del Departamento de Pastoral Social del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), presidió la Comisión Episcopal de Pastoral Social y Caritativa e hizo parte del Consejo Episcopal   de Paz. Mantuvo una correspondencia frecuente con Gerardo Bermúdez alias  “Francisco  Galán” del ELN, intercambiando ideas y propuestas tendientes a concertar diálogos de Paz con esa agrupación guerrillera, que desafortunadamente no han podido concretarse.
La  realidad  de desempleo en la ciudad llevó a centenares de familias a vincularse al cartel de la gasolina para hurtar el combustible del oleoducto y venderlo en las calles,  eso motivó al Obispo a  liderar  desde Pastoral Social una propuesta  que liberara a Barrancabermeja del negocio ilícito controlado por el paramilitarismo y presentó alternativas de proyectos productivos para las familias pobres que vivían de este perverso negocio signado por el crimen, que trajo como consecuencia la muerte violenta de jóvenes de humildes familias, que no encontraban otra alternativa  frente a su precaria condición de vida.
Jaime Prieto Amaya  se compenetró  profundamente con  las organizaciones sociales de Barrancabermeja y supo ver en lo más profundo  de sus intenciones, la lucha legítima por la dignidad humana como manifestación de la presencia del Espíritu de Dios, incluso cuando las luchas estaban cruzadas por las limitaciones y las inconsistencias humanas, que  se  reflejaban  en actitudes contradictorias y hasta incoherentes.
Organizaciones como la Unión Sindical Obrera, la Organización Femenina Popular,  las Asociaciones de las Comunas Populares, así como los diversos sindicatos, los periodistas, los pescadores, y los trabajadores de la palma africana, encontraron en el Obispo un amigo y un  aliado incondicional, que comprendía profundamente sus causas ,  los acompañaba en la lucha por la justicia, y que al mismo tiempo los invitaba con claridad a situar su lucha en las nuevas perspectivas de un mundo que había cambiado totalmente con la caída del muro de Berlín y del comunismo soviético y el surgimiento de la globalización.
Jaime Prieto los escuchaba, los acogía, era honesto y leal, y al mismo tiempo era constructivamente crítico, orientando con independencia a las organizaciones sociales con un liderazgo evangélico, moral y social, donde la honestidad y la coherencia de vida con los principios que los guiaran, no permitieran que se desviaran del camino de la legalidad.
Su  capacidad de colocar la lucha por los derechos humanos en una perspectiva integral, llevó a Jaime Prieto a poner en marcha el proceso de Comunas Territorio de No Violencia, proyecto del Laboratorio de Paz de la Unión Europea, coordinado por el Programa de Desarrollo y Paz, dirigido por el ilustre, bondadoso y popular Padre Francisco  de Roux.

Este carismático prelado  conquistó el afecto y el cariño de la comunidad del Magdalena Medio, que encontró  en él a un defensor y acompañante en sus luchas reivindicativas. Igualmente, propició el diálogo con sectores insurgentes, en la búsqueda de la paz tan esquiva, lo que le ganó la malquerencia de algunas personas que se atrevieron a calificarlo de subversivo, de guerrillero.

La Jerarquía Eclesiástica reunida en la Conferencia Episcopal de Colombia comprendió el alcance profético de Monseñor Jaime Prieto y en varias oportunidades lo nombró Presidente de la Comisión Pastoral Social y Caritativa e integrante del Comité Episcopal de Paz.

Recordamos que en la última huelga de la USO en el 2004,  Jaime Prieto Amaya    intervino  activamente  junto con el Padre Francisco de Roux para facilitar los diálogos con Ecopetrol y solucionar la  huelga de los trabajadores petroleros, luego  siguió muy de cerca los acuerdos pactados entre el sindicato y Ecopetrol.
Monseñor Prieto  que  se distinguía por su franqueza, en eso se reflejaba su ancestro  santandereano, en una reunión  en la Casa de Huéspedes de Ecopetrol, en el Barrio El Rosario cuando  se dialogaba   acerca de alternativas para solucionar la huelga de 2004, ante la actitud intransigente del presidente de la empresa de esa época,  dio  un golpe fuerte sobre la mesa y  dijo “mientras Usted sea presidente de Ecopetrol,  no vuelvo a pisar este recinto”  y se retiró de la reunión.
Pero así como se mostraba tan franco en sus apreciaciones con las directivas de Ecopetrol, lo hacía  con los directivos de la USO, invitándolos a ser coherentes en su vida con los principios ideológicos  que proclamaban, les pidió a ser responsables con sus hijos y  ser fieles a sus parejas.
En julio de 2007 la empresa petrolera reconoció  y agradeció   la intermediación de Monseñor Jaime Prieto Amaya, Obispo de Barrancabermeja, para facilitar el acuerdo con los empleados temporales,  que sin lugar a dudas, demuestra que mediante la vía del diálogo se logran soluciones que benefician recíprocamente a las partes, contribuyendo a la satisfacción de los trabajadores y a la productividad.
En un Libro publicado por las AUC titulado “Pensamiento social y político del Bloque Central Bolívar”, de autoría de Javier Montañez, Julián Bolívar, Pablo Sevillano y Ernesto Baez de la Serna, que circuló de manera clandestina, se publicó  una página titulada “Respuesta abierta a Monseñor Jaime Prieto Amaya, Obispo de la Diócesis de Barrancabermeja, con motivo de sus recientes declaraciones en el seno de la Asamblea Episcopal Colombiana”
 La respuesta está fechada  el 24 de Febrero de 2004, en dicha comunicación se preguntaban  “¿Por qué su excelencia no ha propiciado en el Magdalena Medio diálogo con las autodefensas campesinas, cuando todos sabemos que la totalidad de los sectores hostiles a nuestras ideas y acciones han tenido plena y permanente audiencia ante el señor obispo?” 

Descocemos si en realidad Monseñor Prieto tuvo conocimiento de este pronunciamiento del Bloque Central Bolívar,  asentado en la serranía de San Lucas sur de Bolívar, pero si podemos afirmar que Monseñor siempre se mostró dispuesto a dialogar con los diferentes actores de la confrontación armada. En 1997 en  el Corregimiento de San Rafael de Lebrija, (Rionegro, Santander) acompañado del Padre Jorge Eliecer López, entonces Párroco de San Vicente de Chucurí, se reunió con Camilo Morantes, jefe paramilitar de la región, para interceder por un sacerdote amenazado por las AUC. En el año 2001 afirmó “yo dialogaría con Carlos Castaño”,  principal jefe del paramilitarismo en Colombia, esto nos permite afirmar que él siempre estuvo dispuesto al diálogo con los diferentes grupos al margen de la ley.

En el año 2007  fue escogido como representante del Episcopado Colombiano a la Asamblea Plenaria del Episcopado de América Latina y el  Caribe, que se celebró en la Ciudad de Aparecida (Brasil), que culminó con la redacción del Documento de Aparecida, contribuyendo  con aportes importantes a su redacción, conferencia en la que también participó El Cardenal Jorge Bergolio, hoy Papa Francisco. Era frecuente en esos tiempos que Monseñor  Prieto hablara de Cambio de Época y no Época de Cambio, para indicar que no era que estuviéramos en un cambio estructural de la sociedad, sino que lo cambiaba era la manera de ver y analizar la realidad, desde un nuevo paradigma.                                                                             
                         Nuevos Horizontes para el Pastor

Permaneció en la Diócesis  de Barrancabermeja hasta comienzos de febrero de 2009, el 1 de diciembre de 2008 fue   nombrado como Obispo de Cúcuta , para despedirlo y agradecer su labor en la Diócesis de Barrancabermeja se celebró una Eucaristía en la Catedral La Inmaculada el día 2 de Febrero de 2009, con la asistencia del Alcalde y Gobernador de Santander Horacio Serpa Uribe, quien lo condecoró con la Orden José Antonio Galán, al igual que la Asamblea de Santander, con la orden Luis Carlos Galán Sarmiento,
El Concejo Municipal y los gremios, incluida la Unión Sindical Obrera se unieron  al reconocimiento al jerarca , el sindicato  le ofreció  una despedida el día 5 de febrero en la puerta principal de  la Refinería de Barrancabermeja, sin imaginar que esa sería la última vez que lo verían con vida. 
El 7 de febrero de 2009 se posesionó como Obispo de la Diócesis de  San José de Cúcuta. Allí duró cerca de año y medio. Al igual que en la región del Magdalena Medio, se ganó el aprecio de las gentes que lo veían como un padre amoroso. Reiteró su alegría por esta nueva misión y expresaba sobre esta noticia lo siguiente: “Me encomendó el Papa la tarea de apacentar la Iglesia de Cúcuta y lo hago con todo cariño y con todo afecto. Siempre he sido amigo del cambio, y se desapegarme, claro, con la tristeza y ese sabor agridulce que trae el despegarse de 15 años de pastoreo en la Diócesis de Barrancabermeja”
Igualmente Monseñor Prieto Amaya aseguraba que esta nueva etapa de su vida la afrontaba como un gran aprendizaje. “Yo creo que de la mano del Señor vamos adelante. De la mano del Señor quiero cumplir esa misión, y esa misión debe siempre estar rodeada por dos grandes características, que son la comunión, y la participación. “Quiero que la Iglesia de Cúcuta sea cada vez Iglesia participante, orante, que interviene también socialmente y que continúe con su compromiso espiritual y social” fueron las palabras del Obispo. “Yo soy amor a primera vista”,  en medio de una gran sonrisa, se definía  a si mismo Monseñor Prieto Amaya, quien esperaba encontrarse muy pronto con todos los fieles de la Diócesis de Cúcuta, lugar que sería su nuevo hogar y su nueva tierra.

Coincidió el comienzo de su ejercicio episcopal en la Iglesia  de Cúcuta con la Campaña de Comunicación Cristiana de Bienes de 2009.Monseñor  Prieto dijo al respecto,  “¿Por qué no dedicarla, al campo y al campesino?” A Dios rogando y al campesino apoyando” fue el  lema escogido. El invitó a  reflexionar sobre la problemática campesina de la región, sobre la falta de políticas agropecuarias eficientes, sobre los megaproyectos agrarios, sus luces y sus sombras,   y  puso como meta   aumentar el monto de la colecta de 30 millones a 150 o 200 millones para crear un fondo semilla para proyectos campesinos.

Estando en Cúcuta se destapó la olla podrida del Agro Ingreso Seguro, lo más reprochable era  el impudor con que se trató  de justificar el visible despojo  a los fondos del Estado y por ende al mismo pueblo colombiano. Cuando se inició ese escándalo, uno de los grandes implicados decía “pero si todo está a la vista”.  Monseñor Jaime con el fino humor bogotano que lo caracterizaba replicó “Aquí el elefante se les convirtió en animal prehistórico descomunal, un “mamut” de esos que dejan no huellas sino cráteres en la ya desgastada confianza que les puede brindar el pueblo colombiano. ¿Cómo distinguir entre un campesino y un terrateniente? ¿No se trataba con el famoso programa de Agro Ingreso Seguro de “devolver equidad al campo? Ahora si comprendo porqué Colombia debe desertizarse”. Y continuaba diciendo
“Necesitamos un gran desierto de arena para hacer como los gatos: tapar la porquería que producimos sin dejar rastros. ¿Cómo podemos pensar que devolviendo los beneficiados la platica, las cosas ya quedarán arregladas? No tiene esto presentación. Lamentablemente así van a quedar las cosas”.
Cuando Monseñor Jaime Prieto llegó a Cúcuta, encontró que la residencia del Obispo estaba  ubicada en un exclusivo sector en las afueras de la ciudad ,  donde presumiblemente vivían jefes paramilitares y hasta el propio Gobernador de Norte de Santander,  en un  conjunto residencial  cerrado de estrato alto, lo que le pareció una ofensa para  con los pobres, muchos de ellos viviendo en casuchas miserables y  ante esto  públicamente dijo en la última semana santa que celebró en esa ciudad, “los Obispos no somos Príncipes de la Iglesia”, no porque despreciara a sus vecinos de barrio, sino porque a ejemplo de Jesús, debía vivir en una casa  digna, en un barrio pobre y sencillo , y por eso trasladó su residencia a una vivienda modesta en el Barrio Juan de Atalaya, vecina de la Parroquia, reafirmando aún más su compromiso de estar al lado de los pobres.
En Cúcuta   impulsó el Grupo Motor Binacional (de Colombia y Venezuela), entre otras iniciativas; solo dieciocho meses duró la labor de Monseñor Prieto en la Diócesis de Cúcuta, pero no obstante ese corto tiempo supo ganarse el cariño de las gentes, en especial de los más pobres y excluidos, monseñor Prieto Amaya se había granjeado el respeto y cariño de la comunidad de la zona de frontera.

En el mes de julio de 2010 fue   internado  en el Hospital San Ignacio  de Loyola  de la Universidad Javeriana, donde lo intervinieron quirúrgicamente por una dolencia en el colon. Luego le sobrevino una peritonitis que agravó su salud, desde entonces se temió el desenlace fatal. A los  69 años, monseñor Prieto Amaya, considerado uno de los más destacados y respetados jerarcas de la Iglesia Católica colombiana, falleció a las 10:00 de la noche del miércoles  25 de agosto de 2010,  en la Clínica Colombia de Colsánitas, donde había sido internado  días antes.
Las noticias sobre la muerte de Monseñor no tomaron por sorpresa a los  trabajadores de derechos humanos en la región del Magdalena Medio, pues un par de semanas  antes, había enviado una carta al presbiterio de Cúcuta  donde manifestaba la decisión de mantener un silencio frente a los hechos de la realidad nacional para “dedicarse a la oración y prepararse para  tener un encuentro profundo con el Creador.”
Después de permanecer en cámara ardiente, en la capilla de la Conferencia Episcopal de Colombia, el cadáver de monseñor Jaime Prieto Amaya, llegó  a Cúcuta y fue  llevado a la Catedral de  San José, los fieles de esa Iglesia particular hicieron una calle de honor para  recibir el ataúd con su   cuerpo  en el atrio de la Catedral,  la mayoría de las personas  vestían de blanco y portaban una vela encendida, fue instalado en un catafalco donde reposó  hasta el lunes 30 de agosto, día en que se cumplieron sus exequias a las 11:00 de la mañana.
Tan pronto fue colocado  su ataúd en la Catedral,  se realizó una eucaristía, presidida por el padre Carlos Simón Pabón, miembro del Colegio de Consultores de la Diócesis de Cúcuta y concelebrada por el presbiterio de la Diócesis. Las honras fúnebres  se iniciaron  con una procesión alrededor del parque Santander, su ataúd fue cargado por sacerdotes de Cúcuta y Barrancabermeja.
Luego se celebró una eucaristía presidida por el presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia, monseñor Rubén Salazar Gómez, y concelebrada por el señor Nuncio Apostólico  Aldo Cavalli, algunos obispos,  el presbiterio de esa Iglesia Particular y sacerdotes de la Diócesis de Barrancabermeja. Sus restos reposan en una bóveda de  la capilla de San José (Catedral San José de Cúcuta), junto a los de los obispos  Luís Pérez Hernández y Pablo Correa León.
La Diócesis de Cúcuta, expresó   su sentimiento de dolor, pero también de esperanza y de fe,  “el Señor nos dio la gracia de conocer a este pastor, un hombre maravilloso, un gran ser humano, comprometido con la defensa de la vida, con la dignidad humana y con los sectores más desfavorecidos. Nuestro querido obispo nos deja una enseñanza de solidaridad y compromiso con el más pobre, y ahora que descansa en la paz del señor, seguirá intercediendo por su pueblo.” decía un Comunicado del Presbiterio de esa ciudad.
La Alcaldesa de Cúcuta, María Eugenia Riascos Rodríguez  reconoció  la labor pastoral y social de monseñor Jaime Prieto Amaya, desarrollada a lo largo de toda su vida, mediante Decreto 0369 del 30 de agosto de 2010  exaltó su  vocación  al servicio del  prójimo y lo puso como  ejemplo para las generaciones del país. Numerosas organizaciones gremiales y sindicales como la USO, expresaron públicamente sus sentimientos de pesar por la muerte del Obispo Prieto Amaya.
Así se  expresó  Guillermo León Escobar tres veces embajador ante la Santa Sede después de  la muerte de Monseñor Prieto:
“Muchos pensábamos —lo que él no pensaba— que sería promovido a un rango mayor en la organización eclesial, es decir, a un arzobispado. No fue así, Jaime Prieto aprovechó para darnos una de sus lecciones finales y es que el servicio pastoral de la Iglesia no tiene que ver con la lógica del exitismo civil que corroe también a muchos eclesiásticos que sólo piensan en ascender y que han llevado no sólo a Juan Pablo II y hoy día al papa Benedicto XVI a advertir reiteradamente que en la Iglesia no existe el “carrerismo” ni el “exitismo”, porque la lógica del evangelio es el “servicio”. Jaime Prieto fue feliz a Cúcuta y en poco tiempo se identificó en espíritu y en verdad con sus nuevos fieles y los amó hasta el fin. Nos enseñó que pertenecía a esa estirpe de los pocos seres humanos que conciben la vida como “misión” y no como “tarea”.

A pesar de que llevaba poco tiempo en la Diócesis de Cúcuta, monseñor Prieto Amaya se  ganó  el respeto y el  cariño de la comunidad de la zona de frontera. Fue un “Profeta de los Pobres” como lo calificó Monseñor Juan Vicente Córdova, entonces Secretario General de la Conferencia Episcopal, en la homilía pronunciada durante la Eucaristía celebrada al cumplirse el primer año de su deceso.

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