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miércoles, 23 de mayo de 2007

El rey desnudo


Por ser de interés general publicamos este artículo tomado de la revista CAMBIO.



TROZO DE CARNE INVERTEBRADA, gloriosa y decadente. Centro de gravedad del macho. Extensión sexual sobrevalorada. Triste colgajo. He ahí el pene en los últimos 50 años.

La televisión francesa no ha pasado por alto el asunto. En un documental de Sylvain Bergére, titulado Mr. Big: todo sobre el pene -originalmente en francés, Mr. Big: grandeur et decadence du pénis- ha presentado la convulsa vida del miembro masculino en los años recientes. Artistas, actores, publicistas, psiquiatras, sexólogos y gente de la calle opinaron sobre él y demostraron que el advenimiento del feminismo, la anticoncepción, el sida y el Viagra, entre otros fenómenos sociales, no dejaron indemne al rey de la masculinidad. El otrora señor todopoderoso ha sido sorprendido en su intimidad y en su fragilidad.

Porque si algo demostraron las civilizaciones pasadas es que, en muchos sentidos, el mundo giraba alrededor del pene. "En todas las culturas ha habido un culto al falo -dice el sexólogo Pedro Guerrero, coautor del libro El honorable miembro-. Las estatuillas siempre muestran una reverencia relacionada con los mitos de la fertilidad y el poder. Y eso se aceptó hasta que aparecieron las feministas y lo cuestionaron todo". Las cosas ya no son como antes. Las discusiones sobre la importancia del tamaño, la eyaculación precoz y el uso del condón no han pasado en vano. Ahora el miembro no sólo tiene derechos sino también deberes.

Tambalea el trono

Pocos controvierten que su majestad, el pene, comenzó a decaer hacia los años 60 como consecuencia de la liberación femenina. La falocracia se vino al suelo cuando el desarrollo simultáneo del feminismo y la anticoncepción permitieron a las mujeres romper el silencio sobre sus insatisfacciones. Ellas conocieron mejor su sexo y comenzaron a exigir. El pene se vio forzado a reflexionar y esmerarse en ser más generoso. A dejar de ser tan crecido y creerse único. Por eso el tamaño se convirtió en un asunto secundario. A partir de los años 70, la sexología comenzó a insistir en que la potencia sexual no reside en la cantidad de centímetros sino de orgasmos que el hombre puede prodigar a la mujer. La duración de la erección se vuelve prioritaria.

Pero la liberación sexual encontró su primer gran obstáculo al comenzar los 80. El sida planteó un efímero retorno a la monogamia y un culto a la asepsia. El condón por poco se convierte en la representación del pene y los más pesimistas temieron la llegada del imperio del látex. Sin embargo, el sexo no se volvió seguro, como muchos esperaban. La llegada de Internet, sumada a una paulatina liberalización de la sociedad, convirtieron todo en sexo. Los tapujos para los genitales cada día son más escasos.

Michael Sims, autor del libro El ombligo de Adán, asegura: "El pene hoy día es más visible para todo el mundo de lo que lo ha sido durante siglos". Cómo no va a serlo si hasta las características del miembro viril de Bill Clinton, el hombre más poderoso del planeta entre 1993 y 2001, fue comidilla del mundo entero por las gracias orales de Mónica Lewinsky.


Y de ahí para abajo ya nada sorprende. Todo el mundo lee con entusiasmo las noticias sobre un transplante de pene realizado en China, el cual fue rechazado posteriormente por el nuevo portador con el argumento de que no se sentía a gusto con él. Pocos dejaron de enterarse de la historia del alemán que buscó con éxito en Internet a un caníbal que le cortara el órgano, se lo comiera y después lo matara. Y quién olvida el nombre de Lorena Bobbit, famosa por haber cercenado el miembro de su marido y por haberlo arrojado a un matorral, donde posteriormente lo encontró la policía para que fuera reimplantado en su propietario, quien, además, luego se convirtió en estrella del porno. "En la cultura del milenio, el falo campea por las películas pornográficas, por los expedientes de acusación contra los presidentes de Estados Unidos y por las revanchas de las esposas", añade Sims.

Para rematar, el siglo XX cerró con la aparición del Viagra y una avalancha de reflexiones sobre la potencia masculina. Fue el reconocimiento de la debilidad del órgano viril, de que nadie es eterno en el mundo, pero al mismo tiempo fue una razón para poner el falo en la agenda pública y dejar constancia de la importancia superlativa que los varones le dan a aquella extensión de su humanidad.

El heredero al trono

¿Ha perdido protagonismo el pene? El publicista Fernando Vásquez, creador junto con Ángel Becassino y otros publicistas de una revista artística de un solo número titulada El ojo del pene, asegura: "No es que el pene haya perdido protagonismo. Lo que ha ocurrido es que la vagina ha adquirido una importancia mayor".

Una historia de altibajos. Hoy quizás el pene es menos prepotente, pero más público. Físicamente más duro por la gracia de los desarrollos médicos, pero simbólicamente más blando. La fiebre antifálica de las feministas dejó su impronta. Pero la idea de que el principal órgano sexual del hombre es su cerebro no termina de convencer. Un pene es un pene. La arquitectura, las artes, la publicidad, la moda, la vida moderna siguen rindiéndole culto al falo. Y, como dice Guerrero, el pene no necesita salir a reclamar nada. "Por su propio derecho, el falo es una delicia para hombres y mujeres. Nadie en su sano juicio se va a poner a reivindicar una cosa que todos gozan".

SI ELLAS TUVIERAN PENE...

El documentalista Sylvain Bergére preguntó a un grupo de mujeres qué harían si tuvieran pene. Éstas fueron algunas de las respuestas:

"Me masturbaría muy a menudo".
"Haría pipí de pie".
"Me darían ganas de meterla en una playa de arena suave y blanca".
"Jamás soñé con ser un hombre".
"Evitaría hacer lo que hacen los hombres: rascármela por la mañana".
"Me hace especial ilusión estar embarazada de un varón, es cómo si por fin tuviera el pene soñado".
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